Celebramos hoy el 488 aniversario del Acontecimiento Guadalupano y, muy pronto –en 2031– los 500 años de las apariciones de la Virgen de Guadalupe al indio Juan Diego. Estos días, alrededor de 10 millones de personas visitan a la Guadalupana y en todo el año superan los 20 millones, convirtiendo la Basílica de Guadalupe en el centro religioso más visitado del mundo.
Un grupo de expertos proponemos la realización del proyecto que denominamos “Camino de Juan Diego”, que consiste en la revitalización urbana de la Villa de Guadalupe, la recuperación ecológica y ecoturística de la Zona de Conservación Sierra de Guadalupe y del Parque Nacional El Tepeyac y la conectividad de la Villa con Tlatelolco y el Centro Histórico, siguiendo los pasos de San Juan Diego. Un proyecto ambicioso y muy complejo, que requiere el concurso de empresarios, sociedad y gobierno para llevarlo a cabo.
El potencial turístico es enorme, pero no se aprovecha debido al deterioro urbano y ambiental, a los malos servicios y a la inseguridad. La presencia de peregrinos y turistas en la Villa de Guadalupe supera por mucho a los de Lourdes y Fátima, así como a los de la Basílica de San Pedro o de la Meca. Estos sitos de vocación turístico-religiosa representan, a su vez, una derrama económica muy importante para las ciudades que los albergan. Lamentablemente, aquí sucede lo contrario.
En los alrededores de la Villa podemos constatar el estado de abandono, inseguridad, insalubridad y ambulantaje sin control. Los peregrinos y visitantes se enfrentan a todo tipo de obstáculos, como la carencia de servicios. Esta condición, además, afecta a los vecinos de la zona, quienes consideran a las peregrinaciones como algo que altera y daña su calidad de vida y, por lo mismo, no participan en actividades relacionadas con el turismo religioso.
Por otra parte, el entorno de la Sierra de Guadalupe y del Parque Nacional están severamente afectados por un crecimiento urbano anárquico con asentamientos irregulares e invasiones que se han tolerado y, en muchos casos, impulsado por intereses corruptos. Los ecosistemas están fracturados por explotación de canteras y apertura de tajos para vialidades que los atraviesan impunemente, como sucede entre los cerros del Tepeyac y del Gachupín, donde se autorizó la explotación de una cantera, aislando al cerro del Tepeyac de la Sierra de Guadalupe. Tepeyac en náhuatl significa punta o nariz y correspondía precisamente al extremo de la Sierra de Guadalupe. El daño ecológico es irreversible, pero tenemos la obligación de corregir todo lo que sea posible.
El indio chichimeca Cuauhtlatoatzín (águila que habla) nació en Cuautitlán y fue bautizado por fray Toribio de Benavente en el año de 1524 con el nombre de Juan Diego. Todos los sábados antes del amanecer, Juan Diego caminaba desde su casa, entonces en Tulpetlac, hasta Tlatelolco para recibir la instrucción del catecismo.
Juan Diego bordeaba la Sierra de Guadalupe por la orilla del lago de Texcoco, hasta llegar al Tepeyac, desde donde se apreciaba la calzada de Tepeyacac y la gran Tenochtitlán. De acuerdo con los relatos del “Nican Mopohua”, el sábado 9 de diciembre de 1531, al pasar por el Tepeyac, escuchó una voz de mujer que venía de la parte alta del cerro que lo llamaba cariñosamente. Los encuentros entre la Virgen María y Juan Diego ocurrieron entre el 9 y el 12 de diciembre.
Es inexplicable que el entorno urbano y ecológico de lo que consideramos el sitio más sagrado para los mexicanos se encuentre en un estado tan deplorable. Estamos a tan solo 12 años del quinto centenario del Acontecimiento Guadalupano y considero que tenemos todos, creyentes y no creyentes, un deber moral para corregir esta situación. La propuesta que hacemos consiste en recuperar el camino de Juan Diego, a través de la Sierra de Guadalupe desde Cuautitlán, Tulpetlac, Coacalco y otros puntos más, que el “mensajero de la Virgen” recorría de manera cotidiana hacia la Villa y luego hasta Tlatelolco, para llegar finalmente al Palacio Arzobispal en el Centro Histórico.
Se requerirán grandes obras de infraestructura, reordenamiento urbano, reubicación de invasiones, movilidad, señalización, peatonalidad, servicios turísticos y hotelería, y mucha participación ciudadana para poder recrear el Camino de Juan Diego. Se necesitarán recursos económicos e instrumentos de financiamiento, pero sin duda, se convertirá en un potencial de desarrollo económico sin precedente para la Ciudad de México, para el Estado de México y para el país.
Los visitantes y peregrinos podrán realizar este “camino” tal y como lo hizo san Juan Diego hace ya casi 500 años.
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