Generalmente cuando se trata de paz, de una manera o de otra terminamos citando a Jesucristo. Sea en las bienaventuranzas, sea en el famoso dicho “Mi paz les dejo, mi paz les doy. No como la da el mundo…” por eso, tal vez resulta novedoso que la premiación de los premios Óscar, el actor que ganó el premio a la mejor actuación que aprovechó su discurso recordando a su hermano que decía: “Si yo doy amor, la paz seguirá”. Un concepto muy importante: en ello queda claro que la paz es algo que debemos de construir, no esperar que nos llegue sin esfuerzo.
Coincide con la asamblea anual de SIGNIS-México donde se dijo que la misión de SIGNIS es contribuir a construir la paz. SIGNIS, asociación de comunicadores católicos con presencia en más de 100 países, es una organización gremial, que agrupa a especialistas dedicados a la comunicación. Al declararse católicos, se ven como una parte del gran proceso de comunicación que es reseñado en las sagradas escrituras y personalizado en el mismo Jesucristo, el verbo encarnado.
Pero para entender esta intención de construir la paz, hay que empezar por entender qué significa ese concepto. Porque la paz no es meramente la ausencia de guerra ni la falta de violencia. Los incluye, pero no bastan. Porque, si a esas vamos, consideraríamos que los cementerios serían un modelo de paz, puesto que en ellos ya no hay ni violencia ni guerra. Creíamos en el concepto de la “Pax Romana”, fruto de la ocupación militar de una parte de Europa y el Cercano Oriente. Creeríamos que dictadores como Franco, Pinochet y Trujillo, así como otros dictadores de la historia, fueron artífices de la paz. Una “paz” fruto de la imposición, del olvido de los derechos humanos y de la democracia, a cambio de una suspensión de la violencia pública, aunque de manera soterrada continuaba la violencia contra los opositores.
La paz, dijo Paulo VI, es un fruto de la justicia. A la ausencia de violencia como fruto de la injusticia, no se le puede llamar paz. Muchas veces, la justificación de las dictaduras, militares o civiles está en que han traído paz a la nación. Una paz entendida como la ausencia de guerra, paz entendida como una reducción de la violencia o, en muchos casos, el ocultamiento de esta.
La paz, decía san Agustín de Hipona, “es la tranquilidad en el orden”. Lo que nos lleva a debatir cuál es el orden que queremos. Qué valoramos más. Por dar un ejemplo: si nos dijeran que tuviéramos 10 mil policías nuevos por Estado, bien entrenados, bien equipados y abastecidos, con acceso a equipo científico, con seguro de vida y gastos médicos y que eso costara 120 mil millones al año, pero que mejoraría la situación de violencia, ¿lo aceptaríamos? Por supuesto. Pero si nos dijeran que, por usar así los impuestos del erario, tendríamos escasez de medicamentos para nuestros hijos, ¿pensaríamos igual? ¿Qué va primero, la reducción de violencia o la salud de nuestros hijos? Ojalá nunca tengamos que tomar esa decisión.
El punto es muy importante. Un comunicador no sólo debe reportar con veracidad. Eso se da por hecho. Además, debe incluir sus valores en su trabajo. Lo cual ocurre de muchos modos: cuando se le da importancia a un tema sobre otro, cuando hace claro que valores están en juego en las decisiones de la sociedad, cuando promueve un orden justo, la justicia plena, ese comunicador está construyendo la paz.
El comunicador siempre influye. Para bien o para mal. Y parte de su tarea es ayudar a quienes son destinatarios de sus mensajes para que tomen mejores decisiones, decisiones justas. Para que consideren todos los puntos de vista en una decisión y analicen las consecuencias y secuelas de cada opción.
Una carga pesada, sin duda. Si los miembros de SIGNIS están (estamos) dispuestos a asumir esa misión, hay que estar muy conscientes de lo que eso implica. En términos de estudio, de profesionalización, de cansancio y también en muchos casos de riesgos que se asumen, la dificultad para tener ingresos honestos y a la vez suficientes.
Pero hay que llevar a cabo esta misión, tan importante. Porque la sociedad lo requiere. Todos necesitamos la paz, una paz verdadera. Y los comunicadores necesitamos hacer nuestra parte en su construcción.
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