La marcha del 8 de marzo y el paro del 9 ofrecen dos lecturas, dos posibilidades y dos perspectivas bien diferentes. Dependiendo de cuál sea la narrativa que se apodere del evento, el mensaje transmitido será no solo diverso, sino radicalmente opuesto.
La narrativa original nos dice: la indignación causada por los feminicidios, particularmente grave y escandalosa tratándose de niñas pequeñas, como tristemente ha ocurrido, nos impulsa a manifestarnos, a romper la monotonía, a evitar que caigan en el olvido y formen simplemente parte de la estadística. Por eso marcharán –nos han pedido a los hombres que no lo hagamos–, por eso se justifica el “día sin mujeres”, para dar visibilidad tanto sufrimiento, inseguridad e impunidad. Pienso que nadie podría reclamar tal medida; otra cosa es estar de acuerdo con destruir el patrimonio nacional con tal motivo, pues hacerlo no contribuye a resolver el problema y, por el contrario, obtiene una sociedad más fea de lo que ya es.
Pero la narrativa alternativa, preconizada por algunos de los grupos radicales que promueven marcha y paro, incluye un mensaje diferente, anejo, que no ha sido pactado y que no se justifica ni se desprende de los tristes casos de feminicidio o de la inseguridad imperante en la sociedad. Cuando como primer rubro del pliego petitorio a reclamar se incluye el aborto, no podemos sino reconocer que ese no es el motivo que nos ha congregado y que nos une, no es aquello que justifica el movimiento ni la indignación generalizada. Nos están metiendo gratis a un polizonte no deseado. Y al hacerlo están profanando el movimiento, pues instrumentalizan arteramente el sacrificio y el dolor de las víctimas, para capitalizar una causa que en ningún momento tiene el respaldo y el apoyo masivo de la sociedad.
Se trata de una vil instrumentalización de la indignación generalizada, es decir, de los feminicidios, que busca capitalizar una causa que ni de lejos tiene ese respaldo. Al hacerlo infringen un agravio póstumo a las víctimas, pues las utilizan para una causa que ellas no defendieron. Lucran políticamente con su deceso. Vivimos en una sociedad democrática: si están a favor del aborto, nadie les impide manifestarse a tal efecto, pero siendo claras en la convocatoria. ¿Por qué no lo hacen así? Porque saben que ni de lejos tendrían el respaldo del que goza el repudio al feminicidio.
Pero, además, meter al aborto en el combo de reclamos es contradictorio, poco coherente, disonante con la temática central de la protesta. ¿Qué justifica el reclamo? La violencia, la patente incapacidad de las autoridades para hacerle frente, su fracaso rotundo, pues crece a pasos agigantados. ¿Qué es el aborto? Un acto de violencia, se vea por donde se vea. No es un acto natural, ni previene la violencia, sino que la ejerce en el seno mismo de la mujer. Pero, ¡la violación es violencia! Sí, y el aborto también. Se remedia la violencia con violencia, convirtiéndose así en un mal crónico, agudizándose la espiral, legitimándola como medio para resolver conflictos. Sobra decir, además, que por lo menos en la mitad de las ocasiones, esa violencia se esgrime contra una mujer, aunque pequeñita y en seno de su madre, haciéndola así más odiosa.
Si lo que justifica la marcha es la inseguridad y la violencia en contra de la mujer, por extensión, podría decirse, que es una marcha y un paro contra la violencia en general, y contra la mujer en particular, sin hacer un uso ilegítimo o abusivo de la causa. Una marcha que testimonia la ineficacia de la autoridad para frenar la espiral de sangre que asfixia nuestro país. Por eso es contradictorio incluir en sus reclamos al aborto, por eso no es disonante con el mismo repudiarlo con ocasión de la marcha y el paro: finalmente es un acto de violencia, que la mitad de las ocasiones se ejerce contra la mujer.
¿Qué se puede hacer entonces? Si uno quiere participar en la marcha, dar visibilidad al hecho de que se opone a la violencia contra la mujer, pero también a todo acto de violencia, incluido el aborto. Es decir, puedes participar portando el pañuelo azul, símbolo de la defensa de la vida. Puedes dar visibilidad al hecho de que eres provida e impedir que te utilicen para legitimar una causa por la que no estás luchando, interviniendo en redes sociales y medios de comunicación.
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