1) Para saber
Recibí un mensaje que decía “Millones de jóvenes quieren limpiar el planeta… Millones de padres quieren que comiencen con su dormitorio”.
En esta Cuaresma, el papa Francisco nos invita a empezar por una sana ecología del corazón, empezar por hacer la limpieza ahí. Sucede que vivimos en un ambiente contaminado por demasiada violencia verbal, palabras ofensivas y nocivas, que la red amplifica. Es preciso limpiar los corazones de palabras superfluas, afectos desordenados o publicidad dañina, que impiden distinguir la voz del Señor, la voz de la conciencia y del bien. Ese es el sentido que tiene el ayuno penitencial: saber renunciar a lo superfluo, a las cosas vanas, para quedarnos con lo esencial. Ayunar, dice el papa, no es solamente adelgazar, ayunar es ir a lo esencial, es buscar la belleza de una vida más sencilla.
Jesús, en el desierto, le respondió al diablo que lo tentaba: «No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mateo 4, 4). Más que el pan, nos hace falta la Palabra de Dios, hablar con Dios. Porque solo frente a Dios salen a la luz las inclinaciones del corazón y caen las dobleces del alma. Dialogar en silencio con el Señor nos da vida.
2) Para pensar
La Cuaresma se refiere a los cuarenta días que el Señor estuvo en el desierto. En la ocasión pasada se consideraba el significado del número cuarenta, ahora el papa Francisco consideró el significado del desierto, pues la Cuaresma es como un desierto.
En la Sagrada Escritura el desierto tiene su prioridad: es el lugar escogido por Dios para comunicarse. Desde ahí le habla a Abraham. En el desierto le entrega a Moisés las Tablas con los Mandamientos. Cuando el pueblo se aleja de Dios, le dice una tierna reflexión: «la llevaré al desierto y hablaré a su corazón” (Oseas 2, 16-17). Así ahora, también en este “desierto” de la Cuaresma, Dios desea hablarnos.
En el desierto se encuentra la intimidad con Dios, el amor del Señor. La Cuaresma nos propone la ausencia de palabras vanas para hacer espacio a la Palabra de Dios, que como una brisa ligera nos acaricia el corazón (cf. 1 Reyes 19,12).
Muchas veces perseguimos mil cosas que parecen necesarias y en realidad no lo son. Si sabemos liberarnos de cosas superfluas, para redescubrir lo que de verdad importa, nos hará un gran bien. Y el desierto de la Cuaresma es un tiempo para darnos cuenta de muchas cosas inútiles que nos rodean y mirar lo importante, lo esencial.
3) Para vivir
El desierto también se relaciona con el silencio. Jesús nos enseña a buscar al Padre en el silencio del corazón, pues hoy nos rodea mucho ruido. Dice el Papa que cuando era niño, no había televisión, pero existía la costumbre de no escuchar la radio durante la Cuaresma. Ahora es un tiempo para apagar la televisión y abrir la Biblia, un tiempo para desconectar el celular y conectarnos al Evangelio.
Es el tiempo para renunciar a palabras inútiles, rumores, cotilleos y hablar de “tú” al Señor. Un tiempo para hacer espacio a la Palabra de Dios que nos invita a hacer el bien. Oración, ayuno, obras de misericordia: he aquí el camino en el desierto cuaresmal.
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