Los virus miden menos de una micra y una micra es mil veces más chica que un milímetro. Son un agente infeccioso que ataca las células de los seres vivos y cambia su estructura provocando enfermedades. El contagio del micrométrico Covid-19 ha cambiado la manera en que funciona el mundo, y de lo que hagamos ahora y los próximos meses dependerá en gran parte la manera en que funcionará el mundo después de la pandemia.
En su mensaje a la ciudad y al mundo de esta pascua, el papa nos recuerda el “otro ‘contagio’, que se transmite de corazón a corazón, porque todo corazón humano espera esta Buena Noticia. Es el contagio de la esperanza: ‘¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!’”. Ese “contagio” se realiza día a día a través de pequeños actos de servicio y solidaridad de personas que definen nuevas formas de organización comunitaria.
La suspensión de actividades económicas en China por la epidemia, la guerra comercial con Estados Unidos, y la guerra de precios del petróleo entre Arabia y Rusia se combinan ahora con las medidas de protección de la salud que inhiben la actividad económica. Los efectos los sufren primero los más pobres, quienes viven “al día”, quienes no cuentan con medios para mantenerse en casa, quienes ya sufrían hambre, desempleo, migración, o enfermedades antes de esta situación.
En este contexto surgen múltiples iniciativas de gente que quiere ayudar, en el gobierno, en las empresas, en grupos de la sociedad, o en las iglesias. En México no es la primera vez que frente a tragedias la gente se organice y muestre solidaridad, como en los sismos, el reto hoy es lograr que esa actitud trascienda y se convierta en nuevas instituciones o formas de participación que mejoren nuestra convivencia.
Uno de los múltiples casos que vale la pena describir como ejemplo al organizarse para ayudar, es la iniciativa “Todos en la misma barca” de la diócesis de Ciudad Juárez, inspirada por el mensaje del papa Francisco. A través de la pastoral social se organizó un innovador procedimiento para apoyar con alimentos a quienes queden sin trabajo o no tengan como cubrir esta necesidad básica durante la emergencia sanitaria y económica.
La iniciativa consiste en invitar a donar algo de sus compras a quienes van a comprar víveres a centros comerciales, lo pueden hacer en contenedores especiales colocados al final de las cajas, estos artículos son llevados a un centro de distribución por parte de una fundación local que también participa; ahí se preparan las despensas y se distribuyen a través de organizaciones de apoyo a ancianos, niños, mujeres solas, migrantes, desempleados y quienes lo necesiten.
Este proceso implica además a: jóvenes quienes arman las despensas o invitan en los centros comerciales a la gente a colaborar; comunicadores que diseñan materiales de difusión; voluntarios en las zonas de mayor marginación para apoyar en la distribución de las despensas. La unión entre empresas, organismos de la sociedad, voluntarios e Iglesia hacen posible esta propuesta centrada en la dignidad de toda persona.
Frente a gobiernos que miran al pasado y buscan imponer modelos económicos y políticos que han fracasado y provocan mayor pobreza e inseguridad, existen iniciativas de gobiernos estatales y municipales en distintas partes de la República que se coordinan con empresarios, trabajadores, iglesias y organismos de la sociedad, que miran al futuro para proteger la salud, la seguridad, el empleo y los salarios de las familias durante la crisis.
El “contagio de la esperanza” permite la construcción de formas alternas de funcionamiento de la sociedad basadas en la solidaridad hacia los más necesitados, no solo durante las emergencias, sino para generar los nuevos modelos económicos y políticos que necesitamos.
¡Feliz pascua de resurrección! ¡Que la esperanza nos contagie!
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