Ocurrió hace un siglo…
Sí, fue el 18 de mayo de 1920 cuando, en el seno de una familia polaca de clase media, vino al mundo Karol Wojtyla.
No tiene caso dar una relación pormenorizada acerca de la vida y trayectoria de un personaje que se convirtió en el primer papa no italiano en más de cuatrocientos años.
Todos conocemos la vida apasionante de un hombre excepcional que marcó un antes y un después en la vida de la humanidad.
Un hombre llamado Juan Pablo II que estaba profundamente enamorado de México y que, fruto de ese amor, aquí dejó una huella imborrable.
El primer país que visitó Juan Pablo II a los pocos meses de haber sido elegido (después de una breve escala en Santo Domingo) fue precisamente México, país al que arribó aquel inolvidable 26 de enero de 1979.
Y aunque suene trillado repetirlo, después de aquella visita, ya México no volvió a ser el mismo.
Cuando México recibió por primera vez en su historia a un papa, el pueblo sintió que se liberaba de una enorme carga que llevaba sobre los hombros desde hacía más de siglo y medio.
Una carga que le habían impuesto gobernantes liberales y comunistas que habían sometido a un pueblo católico y que le habían impuesto unas leyes contrarias al sentir popular.
Pues bien, en el momento en que aquel pontífice de abierta sonrisa, pero férrea personalidad, conoció en carne viva el calor humano del noble pueblo mexicano, las cosas empezaron a cambiar…
Y es que ese instinto de conservación que todos llevamos dentro nos decía a los mexicanos que no solamente estábamos aclamando al Vicario de Cristo sino recibiendo a quien habría de librarnos de una pesada dictadura.
Juan Pablo II empezó en México una larga lista de viajes y él mismo reconoció que si no hubiera venido a México, le hubiera sido imposible visitar su natal Polonia.
Un papa viajero, cercano a la gente, pero cuyas encíclicas y demás documentos pontificios presentan un vasto contenido doctrinal.
Como es el caso de la Exhortación Apostólica Christifideles Laici, importantísimo documento destinado a cambiar el curso de la Historia.
Un documento que bien podríamos resumir de la siguiente manera: Los católicos no solamente pueden sino que DEBEN participar en política ya que dicha participación entraña un gravísimo deber de conciencia.
A partir de la publicación de dicho documento, la actitud del Episcopado Mexicano dio un giro de ciento ochenta grados.
Hasta ese momento y debido tanto a las Leyes de Reforma impuestas por Juárez, al largo proceso descristianizador del Porfiriato, a la Constitución de 1917 y a la persecución religiosa en tiempos de la Cristiada, la influencia de la Iglesia había quedado reducida al interior de los templos.
En el momento en que Juan Pablo II les pide a los católicos que intervengan en política, los obispos mexicanos se sienten animados y fruto de dicha animación fueron varias cartas pastorales pidiéndole a los católicos que participen en los diversos procesos electorales.
Si antes no lo habían hecho, se debía a que, tras la terrible matanza de cristeros, así como del tenso “modus vivendi” impuesto por los llamados “Arreglos”, los obispos, con justa razón, tenían miedo de perder lo poco que aún se conservaba.
Y fue así como la voz de los pastores se empezó a escuchar condenando todo tipo de injusticias, especialmente las causadas por los continuos fraudes electorales.
Al sentirse animados tanto por el apoyo de los obispos como por la clara y contundente doctrina de Juan Pablo II los católicos perdieron el miedo afiliándose a partidos que les representaban, exigiéndoles a los dirigentes de dichos partidos que respetasen el espíritu de los estatutos, postulándose como candidatos, protestando cuando el Sistema les robaba una elección y actuando con honestidad ejemplar cuando llegaban a ser diputados, senadores, gobernadores o secretarios de estado.
El caso es que, entre 1990 y 2000 se dio el gran cambio. Cuando se produjo la alternancia con Vicente Fox, ya México era otro.
Y todo gracias a Juan Pablo II, aquel gran papa que se declaró públicamente mexicano y que en todo momento defendió el DEBER-DERECHO que todos tenemos a participar en política.
Un siglo se cumple del nacimiento de un papa que vino desde un país lejano, que derrumbó el Muro de Berlín, que hizo añicos al comunismo, que estremeció los cimientos de la Iglesia y a quien los mexicanos debemos que hayamos dejado atrás aquella actitud cobarde y vergonzante que nos impedía proclamar nuestra fe a los cuatro vientos.
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