Líder político

Juan Pablo II, santo y líder social

La Iglesia Católica suele celebrar a sus santos en el día en que ocurrió su entrada en la Casa del Padre, es decir el día de su fallecimiento en esta vida.

Sin embargo, la persona de Karol Wojtyla, extraordinario santo de nuestro tiempo tiene también una dimensión como líder civil, desde ahí alcanza una notable altura y la rebasa para ser santo sin dejar de ser un importante político del siglo XX. ¿Alguna duda?, preguntemos a Gorbachev.

Dada esta condición de tan completo perfil el lunes 18 hemos celebrado cien años de su nacimiento allá en Wadowice, Cracovia.

El reinado de SS Paulo VI fue sin duda difícil, él cerró el Concilio Ecuménico Vaticano II y enfrentó opiniones adversas a alguna de sus encíclicas. En algunos textos he visto que se le califique de “papa mártir”, efectivamente, sufrió fuertes presiones dentro de la Iglesia y duras agresiones de los enemigos de ésta por su firmeza en la doctrina.

Sucedido por el brevísimo reinado del papa Albino Luciani, Juan Pablo I, una nueva elección dio paso a la selección de un cardenal polaco venido de detrás de la Cortina de Hierro, algo inusitado, como nuevo sucesor de san Pedro. Bendita elección que SS Francisco para calificarla ha usado la cita de la Escritura: “El Señor ha visitado a su pueblo” en la misa del lunes 18 que celebró en la Basílica de San Pedro para celebrar este acontecimiento.

Como guía espiritual de los católicos fue ejemplar, con su espiritualidad, enérgica dirección y atractivo liderazgo puso en orden las inquietudes que alrededor de las deliberaciones del Concilio se habían suscitado.

Recorrió 129 países en 104 viajes alrededor del mundo en donde predicó la Buena Nueva, el mensaje evangélico a católicos y no católicos en un reinado de 32 años. Es un santo de este tiempo, su proclamación fue reclamada por millones de personas.

Desde que ha sido proclamado santo queda establecido que su vida es un ejemplo a seguir, en estos renglones invito a admirar su sensatez como líder civil y político ante el gobierno de su país abiertamente anticatólico sostenedor de una doctrina que proclamó y exigió el ateísmo como parte de su programa.

Cierto que en su Polonia el cardenal Stefan Wyszysnki supo preservar oportuna y eficazmente el catolicismo, pero estaba gobernada por polacos comunistas obedientes al gobierno dictorial de la URSS, por ello no puede dejar de admirarse la habilidad del recién ordenado sacerdote Wojtyla para ahí ser párroco, guía espiritual de jóvenes, obispo, arzobispo y cardenal. Ya como Sumo Pontífice supo usar su liderazgo para apoyar a sus compatriotas en su movimiento libertario.

La construcción del templo de Nova Huta fue unos de sus triunfos más celebrados por el “pulso” que tuvo que sostener con el gobierno comunista. La experiencia adquirida en esas negociaciones extremas las supo aprovechar como papa. Supo coordinar esfuerzos con otros líderes políticos y tuvo un papel relevante en los cambios geopolíticos de finales del siglo XX.

La Historia nos proporciona otros ejemplos de líderes religiosos que supieron además de atender las responsabilidades propias de su cargo ocuparse con tino y oportunidad de los problemas civiles de sus países y colaborar a la promoción del Bien Común, cosa que no era estrictamente su obligación, notemos ahora que si es una obligación de nosotros los laicos, obligación insoslayable.

Por supuesto los laicos debemos atender deberes familiares y de oficio; pero no podemos desentendernos de nuestros deberes cívico-políticos así como san Juan Pablo II sin descuidar sus deberes como líder religiosos supo actuar en lo cívico también.

En su exhortación apostólica Christifideles laici este papa nos señala la responsabilidad de los laicos de animar la vida de este siglo y presenta ocho vías de una acción vocacional para nosotros. Las ocho tienen importancia sin duda, me limito a recordar que una de esas ocho vocaciones específicas para laicos es la de la búsqueda de la santificación personal en la acción política.

El ahora santo habla con toda claridad de los riesgos que esta actividad conlleva para los llamados a esta vocación y hace hincapié en que esos peligros no disculpan de ese trabajo, la vida política debe atenderse con el cultivo de una fuerte vida espiritual que prevenga precisamente las caídas en los mencionados peligros.

Respondamos al ejemplo que nos ofrece este santo asumiendo las responsabilidades de nuestra condición de laicos, máxime en un tiempo en que se hace evidente la necesidad de estar presente. Nuestro país ya se encontraba en problemas de dirección y la atonía que la epidemia ha impuesto ha agrabado nuestra situación.

 

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