1) Para saber
Se cuenta que en la Corte del rey Luis XV de Francia, una de sus hijas, la princesa Luisa, era atendida por una de sus damas de compañía, y se le hizo cierta reprensión. A la princesa no le gustó y enojada le cuestionó:
–¿No soy acaso la hija de vuestro rey?
Sabiendo que era justa la reprensión, le contestó aquella mujer:
–Y yo, ¿no soy acaso la hija de vuestro Dios?
Pasaron los años y la princesa Luisa, siendo religiosa carmelita, siempre recordó agradecida esa respuesta que le hizo tener en cuenta la dignidad de cada persona.
Con motivo de la pandemia, el papa Francisco reflexionó en su catequesis sobre la necesidad de sanar al mundo en varios aspectos. Alabó el compromiso de las personas que muestran su amor dedicándose a los enfermos poniendo en riesgo su propia salud. ¡Son héroes!, afirmó el papa. Además, también hay que combatir otra patología social muy grave: la visión distorsionada de la persona. Una mirada que ignora su dignidad. Nunca podemos mirar a los otros como objetos de consumo, para usar y descartar. Hay que evitar una cultura del descarte individualista donde las cosas que no me tocan no me interesan.
2) Para pensar
Una profesora de preescolar escribía su experiencia sobre la conducta de una niña de tres años llamada María que estaba afectada por el síndrome de Down: “María tiene un pequeño cerebro lleno de posibilidades que a nosotros toca descubrir. Es un cerebro dotado extraordinariamente para la sensibilidad. No sé si alguien creerá que María es diferente a los demás niños, que incluso es inferior a ellos: pero si María falta al Colegio, los niños me avasallan a preguntas: ¿Dónde está María?”. ¿Va a venir pronto?, ¿por qué no viene? Y mi clase, que es como un mundo en miniatura, como una futura sociedad, queda incompleta si ella no está sentada en su pupitre, porque los niños y yo necesitamos a María”.
Al ser creados a imagen y semejanza de Dios, se nos ha dotado de una gran dignidad que se ve enriquecida al ser invitados a vivir en comunión con Él y con los demás. Él nos ha creado no como objetos, sino como personas amadas y capaces de amar. Por ello hemos de reconocer su dignidad, cualquiera que sea su raza, lengua o condición.
3) Para vivir
Tener conciencia de la dignidad de todo ser humano tiene serias implicaciones sociales, económicas y políticas: al contemplar al prójimo como un hermano, se ha de mirar con compasión y empatía, no con desprecio o enemistad. Recalca el papa Francisco: la fe nos exhorta a comprometernos seria y activamente para contrarrestar la indiferencia que olvida la dignidad humana.
Una prueba de la sublime dignidad que Dios ha otorgado al hombre, nos lo revela la fiesta de la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María del 15 de agosto. En ella celebramos que la Virgen fue llevada al Cielo en cuerpo y alma por los ángeles. Con ello se nos muestra la dignidad tan alta a que es destinado el ser humano. A ella acudió el papa para pedir que, como discípulos de Jesús, no queremos ser indiferentes, mirando a otro lado, ni individualistas, mirando solamente el propio interés, sino cuidarnos los unos a los otros para construir una sociedad fraternal y solidaria.
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