Ayer por la madrugada recibí la noticia de la muerte de la señora Vázquez. Sabía que había ingresado días antes al hospital con un mal pronóstico por su edad y padecimientos crónicos. Mientras me hacía consciente de la noticia empecé a derramar lágrimas, de esas que limpian, que no sabes si son de paz y alegría o de una tristeza profunda que se desborda, simplemente lloras.
La sonrisa en su cara competía siempre con la luz y la sonrisa en sus ojos claros, y con la amabilidad en su trato, sus gestos y palabras. ¡Cuántas veces su expresión y su trato fue bálsamo que sana! ¡Y sus palabras como gotas de agua que dan vida al espíritu!
En nuestros tiempos de pandemia la cercanía –posible– y las conversaciones presenciales tienen una relevancia mayor a los tiempos anteriores de la prisa; aún las reuniones virtuales entre familiares y amigos tienen ahora una cierta pausa que parece apelar a la cercanía. Quienes tuvimos el privilegio de conversar con “Ofe” experimentamos esa sensación de que el tiempo se detiene, o que pasa sin prisa.
En su última encíclica el papa Francisco dice que san Francisco “declara feliz a quien ame al otro «tanto a su hermano cuando está lejos de él como cuando está junto a él»”. A pesar de su partida, siento ahora una cercanía especial con la mamá de mis amigos, recuerdo vivamente sus gestos y su sonrisa.
Ella representó un punto de referencia cristiana en un momento de vida cuando había decidido abjurar (no públicamente) de mi fe católica, su testimonio y el de su familia me llevó a enfrentar mis dudas y mi rebeldía frente al mensaje cristiano, no fueron argumentos teológicos o espirituales, solo su testimonio de alegría y sencillez cristiana.
Posteriormente, ya en mi camino de regreso a la fe, las tertulias de sobremesa fueron acerca de la oración y el movimiento carismático, la espiritualidad de Concepción Cabrera de Armida, charlas sobre vidas de santos, doctrina de la Iglesia y sabe Dios cuantas cosas más. Ahora que lo pienso, aquello de “primero comer que ser cristiano” funciona, ya que las charlas eran después de los alimentos ?.
Mi hermano sacerdote también se benefició de las tertulias con su madrina, sé que ella significó también una influencia espiritual en la maduración de su vocación sacerdotal, y de alguna manera se mantuvieron cercanos hasta el final; un par de días antes de morir, cuando ella ya no podía hablar, escribió pidiendo que le avisaran al padre Cheché. Él pudo hablar con ella, despedirse y darle su bendición antes de partir.
Cuando pensé en escribir sobre esta hermosa señora pensé que el título debía ser evangelización desde la cocina, ella lo hizo con sus alimentos materiales y espirituales, con mucha gente, amigos y amigas de su hijo e hijas, compañeras de comunidad y amigas en general, ahí en el comedor que estaba en su cocina. Un espacio de evangelización fundamental en la Iglesia doméstica, esa que sale hacia afuera atrayendo y enviando a quienes vamos de paso.
La cercanía se nos niega hoy por el riesgo de contagio, paradójicamente, esa separación y claustro nos enferma, así que a través de los medios virtuales o con los debidos cuidados de la sana distancia podemos comer, o charlar en espacios abiertos, recuperando las tertulias y las conversaciones sobre los temas cotidianos que resultan ser de la amistad, el acompañamiento, el buen trato y la comunidad de ideales y esperanza en nuestras penas y alegrías. Seamos bálsamo y agua entre nosotros.
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