Constructor de puentes

Francisco, el documental

“La Biblia necesita ser traducida constantemente a las categorías lingüísticas y mentales de cada cultura y de cada generación, incluso en la secularizada cultura global de nuestro tiempo”. Eso afirmaba recientemente Francisco, en su carta Scripturae Sacrae affectus, con motivo de los 1600 años de la muerte de san Jerónimo, el traductor de la Biblia, del griego y hebreo al latín en la antigüedad. En ese documento, que pasó casi desapercibido, y en el que el papa cita a intelectuales de la talla de Paul Ricoeur o Ludwig Wittgenstein, el pontífice alaba la labor del traductor, reconociéndola como un “acto de hospitalidad”, siendo en realidad un “constructor de puentes”. Al terminar de ver el documental Francesco de Evgeny Afineevsky, teniendo como telón de fondo la reciente lectura del documento papal, no pude quitarme de la cabeza que, quien en realidad es un “constructor de puentes” es Francisco, que “traduce” el perenne mensaje cristiano a categorías comprensibles para el hombre de hoy.

“¡Cuántos juicios temerarios, cuántas condenas y conflictos surgen del hecho de ignorar el idioma de los demás y de no esforzarnos, con tenaz esperanza, en esa prueba infinita de amor que es la traducción!” Francisco realiza un ímprobo esfuerzo de traducción; traduce al lenguaje del hombre contemporáneo el mensaje de Cristo, se esfuerza en comprender los anhelos, aspiraciones e inquietudes de la humanidad, mostrando cómo Jesucristo ofrece una respuesta. El documental de Afineevsky da constancia, con una pericia magistral, del esfuerzo de un papa por comprender a un mundo secularizado y herido, de su empeño por transmitir un mensaje urgente, oportuno, de salvación.

Con su empeño por traducir el mensaje de Jesús al hombre de hoy, lo vuelve relevante y, al hacerlo, reintroduce a la Iglesia en el gran debate público. El documental da fe de cómo Francisco como papa, y con él la Iglesia, está presente y en primera fila en los grandes problemas del mundo contemporáneo. Si anteriormente se tendía a percibir a la Iglesia como una institución anacrónica, esclerótica, anquilosada, reliquia de tiempos pretéritos, el documental evidencia cómo está en el ojo del huracán de los problemas más acuciantes para la humanidad. Francisco la ha introducido, con su estilo propio, en el debate público. No hay un asunto humano relevante en la actualidad en el que la Iglesia no tenga algo que decir y, sobre todo, algo qué hacer.

Francisco no es un hombre de teorías, de ideas, sino de gestos y acciones. Reintroduce a la Iglesia y al cristianismo en los grandes temas de actualidad, en la agenda mediática, más que con su doctrina, con sus gestos y con sus hechos. Y los hechos son más elocuentes que mil palabras. Francisco va por delante, y yendo por delante abandona la clásica postura reactiva, de resistencia, de respuesta al ataque. El papa, en cambio, con sus gestos y con sus hechos, toma la iniciativa, marca la agenda, inicia el debate, pone el dedo en la llaga y le toca a la sociedad, sea en ámbito mediático, político o económico, brindar una respuesta.

Por eso, el documental hay que verlo en su integridad, y no desde el prisma de su declaración sobre las “leyes de convivencia civil”, que lo colocaron en el ojo del huracán. Ciertamente es un tema importante de la agenda pública, pero constituye un fragmento muy pequeño en la obra de Evgeny Afineevsky. Mucho más peso tiene, los aportes de Francisco a la crisis migratoria, humanitaria, ecológica, económica, o la decidida y valiente respuesta del papa a la crisis de la pederastia clerical, y la reivindicación del papel de la mujer en la Iglesia. El tema de los gays es sólo un segmento, del maravilloso mosaico del papa, encaminado a construir puentes y hacerse cargo de los problemas e inquietudes de la humanidad.

El filme es una pieza maestra de narrativa que, a través de la vida e inquietudes de Francisco, nos introduce en el apasionante drama de la humanidad, mostrándonos de paso, cómo la fe no nos lleva a desentendernos de este mundo, sino que, en realidad, nos empuja a transformarlo para bien. El protagonista no es Francisco, sino la humanidad doliente. El papa sólo muestra cómo desde la fe se puede encontrar la inspiración para resolver sus dolorosos e improrrogables problemas.

 

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