Un viaje difícil

Un viaje difícil

Francisco se enfrenta al que probablemente es el viaje más difícil de su pontificado. Del 5 al 8 de marzo estará en un Irak todavía convulsionado por el terrorismo, pues apenas el 21 de enero pasado ha habido un violento atentado terrorista en Bagdad, con 32 muertos y más de cien heridos. El Pontífice, valiente, no teme por su vida y a sus 84 años no se perdona esfuerzos para encontrarse con la que quizá sea la Iglesia más castigada por la violencia en el mundo. Ahora bien, al realizar el viaje cumple un sueño acariciado por san Juan Pablo II, que quiso peregrinar a la patria de Abraham, a Ur de Caldea y no pudo hacerlo, a causa de la violencia endémica de la zona.

Después de 15 meses de encierro en el Vaticano, el papa realiza su primer viaje en tiempos de pandemia, y para visitar a una Iglesia duramente martirizada por el Estado Islámico. Las atrocidades realizadas en esos lugares contra cristianos indefensos por el ISIS todavía nos dejan sin aliento y nos llenan de estupor, ante la crudeza de la crueldad humana. Todo hay que decirlo, los habitantes de esas regiones cooperaron con el exterminio de los cristianos, al señalar sus casas con la “nú”, letra “N” del alfabeto con la que designaban a los “Nazarenos”, es decir, cristianos, y hacerlos así objetivo de la violencia fundamentalista.

El resultado de esa guerra fratricida es muy doloroso. Prácticamente los cristianos han abandonado una región donde su presencia se remonta hasta los tiempos apostólicos. En efecto, las iglesias iraquíes son de las más antiguas del mundo, pero ahora tienen una presencia exigua en la zona, pues pocos pudieron quedarse durante la persecución, y pocos han querido volver al instaurarse la frágil situación de paz actual. El temor por el odio fundamentalista queda todavía en el aire. Francisco acude entonces a transmitir esperanza a esta Iglesia martirizada, a mostrar su cercanía con los católicos que más han sufrido en el mundo; una iglesia pobre, poco numerosa, pero que goza de abundantes testimonios de santidad y de martirio entre sus fieles. La riqueza espiritual de esta porción del pueblo de Dios contrasta con la pequeñez de lo que se ve. Francisco percibe este contraste y va a rendir homenaje a tantos cristianos martirizados, particularmente en las ciudades de Mosul y Qaraqosh.

El viaje tendrá también un fuerte contenido de diálogo interreligioso y ecuménico. Francisco aprovechará para reunirse con el máximo líder del islam chiíta en la zona, el Ayatolá Sayyd Ali Al-Husaymi Al-Sistani. La reunión reviste de peculiar importancia, pues los encuentros anteriores del Pontífice con líderes del islam han sido con autoridades sunitas, como el de la declaración de Abu Dabi, el “Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia en común” de 2019. Ahora toca el turno a la otra gran familia musulmana, los chiítas. Esperemos que los frutos de este diálogo al máximo nivel entre católicos y musulmanes no se hagan esperar y sean tan prometedores como los habidos con el islam sunita.

Francisco también tendrá un encuentro ecuménico de oración en la llanura de Ur, población de la que provenía Abraham, padre de las tres religiones monoteístas. San Juan Pablo II lo intentó, no pudo, Francisco hace realidad ese sueño de los pontífices, ir y orar al lugar donde inició la manifestación de Dios en la historia de la salvación. En Irak los cristianos son pocos y, a la postre, están divididos. La mayoría no están en comunión con Roma y proceden de la separación Nestoriana, la cual se remonta al siglo V, siendo quizá el primer cisma de la historia de la Iglesia. Los que están en comunión con Pedro tienen su rito propio, el Caldeo. Ambas Iglesias han sido duramente perseguidas y martirizadas, es bueno que encuentren el espacio para la oración en común con ocasión de la visita de Francisco.

Al resto de los cristianos no nos queda sino mantener intensas oraciones pidiendo por la seguridad del Papa, por los frutos del viaje, y por esa Iglesia de las periferias, probada con el martirio. Podemos también aprender de su valiente testimonio. El viaje nos transmite un mensaje de honda esperanza: la violencia no triunfa, no es definitiva, al final termina prevaleciendo el amor, y Francisco con su presencia en Irak lo rubrica.

 

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