1) Para saber
En el famoso cuento “El maravilloso mago de Oz” de Lyman Frank Baum, llevado varias veces al cine, se relata el viaje de varios personajes hacia la tierra de Oz para hacerle una petición al Mago. El Espantapájaros dice: “Yo pediré un cerebro en vez de un corazón, pues un tonto sin sesos no sabría qué hacer con su corazón si lo tuviera”. A lo que le responde el hombre de Hojalata: “Yo prefiero el corazón porque el cerebro no lo hace a uno feliz, y la felicidad es lo mejor que hay en el mundo”.
Se puede decir que ambos tienen parte de razón. Por algo el hombre cuenta con ambas facultades. Ambas se necesitan. Una razón sin corazón cae en un racionalismo frío, y un corazón sin razón cae en un sentimentalismo.
En el artículo anterior veíamos que el papa Francisco nos recordaba la exhortación de san Pablo de vivir según el Espíritu. Ahora añade que será el Espíritu quien nos guíe por el camino de Cristo, un camino maravilloso pero fatigoso. Sabiendo que el Espíritu es Amor, dejarnos guiar por el Espíritu significará ser guiados por el verdadero Amor.
2) Para pensar
En nuestra vida siempre estamos acompañados de nuestros sentimientos, que hay que saber encauzar para obrar prudentemente. Hay un relato simpático sobre esto.
Sucede que la Locura invitó a los sentimientos a su casa. Todos aceptaron menos el Resentimiento que se quedó con el Odio y la Antipatía que no podían ver a los demás. Una vez en su casa, la Locura propuso jugar a esconderse. Inmediatamente el Entusiasmo aceptó. “¿Qué es eso?” preguntó la Curiosidad. “Un juego en el que cuento hasta cien y luego los busco. El primero que encuentre será el próximo a contar”, dijo la Locura.
Todos aceptaron, menos el Miedo y el Prejuicio que no se atrevieron. La Locura comenzó a contar y la Prisa fue la primera en esconderse. La Timidez se escondió apenas tras un árbol. La Indecisión no se decidía por ningún lugar. La Alegría corrió contenta al jardín. La Envidia siguió al Triunfo. La Indecisión seguía sin decidirse. Al fin, la locura empezó a buscar y vio a la Duda sin decidirse a dónde ir. Aparecieron la Alegría, la Envidia, la Timidez… Pero faltaba el Amor. La buscaron. La locura la encontró en un rosal llorando por haberse aguijoneado los ojos con las espinas. La Locura se puso como loca y prometió acompañarle siempre. El Amor amorosamente perdonó de todo corazón. Desde entonces: “El amor es ciego, y la locura siempre lo acompaña”.
Para que el amor no haga locuras, se precisa que se deje guiar por la razón.
3) Para vivir
“Dejarse guiar” por el Espíritu implica confiar en que la gracia de Dios es más fuerte que nuestras resistencias y más grande que nuestros pecados. Así, el cristiano adquiere una visión positiva de la vida, sin miedo, porque se cree en Dios.
Vivir según el Espíritu es vivir según el Amor. Y en primer lugar el amor a Dios. En este contexto se comprende la atrevida frase de san Agustín: «ama y haz lo que quieres» (Sermones 163/B 3). Entendido que ha de ser un amor verdadero, es decir, de quien se deja guiar por la verdad, por el Espíritu Santo. No se trata de amar y hacer mi parecer personal o capricho, sino según el parecer del Espíritu. Por ello, al obedecer la voluntad de Dios, se muestra el amor y se es más libre.
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