Feliz año nuevo es la frase ya hecha que escuchamos pronunciada continuamente tanto por familiares y amigos, así como por personas con las que nos cruzamos en la calle o en el mostrador de algún negocio, por lo tanto, no siempre posee un verdadero contenido emocional, sino que muchas veces es una simple fórmula de cortesía.
Un año es al fin y al cabo un período de tiempo que es marcado por el movimiento de traslación de la tierra y que físicamente es simplemente el amanecer de otro día, pero para fines humanos en realidad puede y debería tener un significado más profundo porque es la oportunidad para revisar la situación tanto de mi vida personal, social, familiar y profesional, y para el país y el mundo es también la oportunidad para hacer una revisión del rumbo que se va tomando.
Aunque el tiempo que transcurre físicamente es el mismo para todos, la forma en que lo percibimos varía mucho de acuerdo con la edad y a las circunstancias, siendo en general que para los niños y jóvenes se mueve lentamente, en cambio, para los mayores pasa demasiado rápido, por lo mismo independientemente de la etapa en la que nos encontremos es muy importante tratar de sacar el mejor provecho posible.
Nunca había tenido el hombre la posibilidad de recibir tanta información de tantas fuentes y de tantos lugares, de tal manera que a veces nos falta tiempo para analizarla y determinar lo que en realidad es importante y debemos utilizar para nuestros propios fines y los de los demás.
Pero pese a todos estos cambios hay dos hechos que siguen siendo los mismos de siempre, nacemos y morimos en una fecha que no depende de nosotros, y en ese lapso es cuando podemos actuar, y para que esa actuación tenga valor es importante encontrarle un sentido trascendental a la vida que debe ir más allá que buscar la simple comodidad, o el tener cosas, dinero o poder, que es muchas veces en lo que concentramos gran parte de nuestro tiempo y de nuestra energía.
Muchos sistemas y corrientes de pensamiento han pasado a través de la historia y han dejado huellas positivas o negativas, nosotros tenemos que analizarlas, así como recordar que en nuestra cultura occidental venimos de una tradición de pensamiento que se ha ido olvidando y que tal vez valdría la pena retomar, pero con más seriedad de lo que se ha hecho en el pasado para encontrar ese camino personal y social que nos puede llevar a una mayor realización y a un mejor destino.
Dice Anacleto González Flores que el cristianismo, religiosa y filosóficamente considerado es el único sistema que conoce y reconoce al hombre. Nadie puede ni podrá formular una doctrina ni tan profundamente divina ni tan honda e intensamente humana como la del Evangelio. Las que le precedieron apenas sospechan a Dios y vislumbran al hombre; las que le han seguido en su afán de mutilarlo, han empezado a declinar hacia la penumbra: solamente el Cristianismo, viajero que no es de este mundo, ha sondeado a los dos polos de la humanidad: Dios y el hombre.
La modernidad ha traído muchas ideas nuevas, muchos llamados nuevos derechos, que se adoptan socialmente y, en ciertos caso aún legalmente, sin un análisis severo sobre la rectitud y validez de los mismos y, esto en lugar de estar generando una sociedad más libre y feliz, está generando una sociedad con visiones más confusas y más egoístas, que en lugar de resolver los problemas los están profundizando, e inclusive a falta de los valores claros se genera una corriente de gobierno confusa que pretende adoptar formas que ya han demostrado que solamente prometen pero que son imposibles de aplicar, porque carecen de bases reales para crear bienes que después sean los que pueden generar bienestar real, a la sociedad y lo único que van generando es cada vez un Estado más despótico.
Hacer una pausa y reflexionar sobre la trascendencia y los objetivos de la vida es lo que nos debe llevar a profundizar sobre la forma en que pensamos enfocar nuestras acciones personales que seguramente tendrán después consecuencias sociales, y es urgente también considerar que la familia es y seguirá siendo la fuente de la estabilidad personal y social y no puede estar al garete de modas y de perspectivas que inclusive van contra su propia naturaleza, y así los demás principios y valores en que todo debe tener un orden: Dios, el hombre con sentido de eternidad y la naturaleza como regalo de Dios para su desarrollo, y trabajar para no caer en modas demagógicas que deslumbran a corto plazo, pero que a la larga van dejando heridas que terminan por lastimar profundamente al hombre.
Aprovechemos esta oportunidad del cambio de año y trabajemos porque en verdad 2022 sea un feliz año.
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