Benedicto XVI

La inocencia de Benedicto

El comprensible rechazo social a la pederastia clerical corre el riesgo de volverse marcadamente injusto, cuando se usa como expediente para descalificar a personas inocentes. Así sucedió con el Cardenal George Pell, acusado sin pruebas de pedofilia, pasando dos años en prisión por un crimen que no cometió. Ahora le toca pagar factura a Benedicto XVI, por la desinformación y descontextualización de hechos acaecidos hace más de 40 años.

Porque sí, hay que decirlo con todas sus letras, Benedicto XVI es inocente de los crímenes que le han imputado rápidamente, de manera irresponsable y para generar escándalo, los medios alemanes. Los periodistas sacaron de contexto unas cuestionables conclusiones de un informe pedido por la misma Iglesia para deslindar responsabilidades en lo que a pedofilia clerical se refiere. Por supuesto, se han servido de titulares escandalosos y no han leído el extenso informe ni la respuesta de Benedicto XVI; de hecho, no le dan voz al acusado para defenderse y dan por sentada su culpabilidad.

Lo que se puede decir, ateniéndose al mismo informe, es que durante el periodo de cinco años en el que estuvo al frente de la diócesis de Munich, no hubo ningún incidente de pedofilia, ni uno solo. Los que le imputan fueron cometidos ya sea antes o después de que él fuera obispo y por tanto responsable de los mismos. Le imputan haber recibido sacerdotes acusados de pederastia para recibir una terapia psicológica y separados, durante su mandato, de la labor pastoral. Después de que dejó la sede, fue el vicario general, y no Ratzinger, quien les dio permiso de volver a tener encargos pastorales. Si se analiza caso por caso, se ve que no hubo en Benedicto XVI ninguna voluntad o actitud encubridora.

Pero más allá de la verdad de los hechos, que como en el caso del Cardenal Pell, pienso que un estudio sosegado y desapasionado de la cuestión, quedará patente, lo que me interesa analizar es el hecho de cómo se empaña con excesiva facilidad la reputación de personas inocentes, como lo han sido Pell y Ratzinger. ¿Qué tienen en común? Ambos son escrupulosamente fieles a la ortodoxia católica. Cabe la sospecha, en ambos casos, de que se trata de una maniobra del ala liberal de la Iglesia por descalificar a su contraparte ortodoxa. Es decir, lo doloroso del escándalo, es que muy probablemente, en ambos casos, pudo haber sido perpetrado o por lo menos facilitado por personas de la misma Iglesia, con una visión contrapuesta a las del Papa emérito y del Arzobispo Pell.

¿Qué sucede con el caso de la injusta acusación a Benedicto XVI? Que distrae la atención de la parte realmente escandalosa del informe –las personas que tristemente fueron abusadas- algunas de las cuales, durante el mandato del actual arzobispo reinante, el Cardenal Reinhard Marx. En el caso de Pell, estaba intentando poner orden en las finanzas vaticanas, por lo que resultó incómodo para ciertas personas. Más tarde salieron a la luz, tristemente nuevamente, los escándalos económicos que llevaron a la destitución del cardenal a Angelo Becciu.

En síntesis, resulta muy sospechoso el uso del expediente pedofilia como arma arrojadiza para desacreditar al que representa una postura diversa dentro de la Iglesia. En ese sentido, pienso que los culpables no son los medios, pues ellos hacen su trabajo y, tristemente también, viven del escándalo, sino las filtraciones selectivas de información incompleta y descontextualizada, que les son facilitados a ellos.

Como la mancha de la pedofilia es indeleble, resulta luego muy difícil restituir la fama del acusado injustamente, pues la sombra de la sospecha siempre pesará sobre él. Eso es lo particularmente doloroso en el caso del Papa Benedicto XVI, que junto con Francisco ha sido quien más ha luchado por erradicar la lepra de la pedofilia en la Iglesia. Grave particularmente porque la calumnia va dirigida no tanto contra él, ya nonagenario, sino para empañar la lucidez de su obra, para quitarle brillo a uno de los monumentos culturales más valiosos de la cristiandad. Por ello, hacemos bien los fieles católicos en apiñarnos en torno al Papa emérito, pidiendo a Dios que se esclarezca toda la verdad; pues no hay que olvidar lo que dice Jesús en el evangelio: “la verdad os hará libres.”

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