1) Para saber
Sorprende que algo tan repugnante como los excrementos de los animales sean tan útiles. El estiércol es un fertilizante orgánico excelente por su alto contenido de materia orgánica y nitrógeno: gracias a ese abono pueden crecer árboles con frutas sabrosas, espigas con granos nutritivos o plantas con hermosas flores.
En el plano espiritual sucede algo semejante. De algo tan detestable como es el pecado, si conduce al arrepentimiento y al dolor de amor, produce frutos maravillosos de santidad. Muchos que llevaban una vida de pecado, después de arrepentirse llegaron a una vida muy santa. La Cuaresma nos invita a “enterrar” nuestros pecados para que de ahí surja la vida. El papa Francisco nos lo recuerda: «Se siembra lo corruptible y resucita incorruptible; se siembra lo deshonroso y resucita glorioso; se siembra lo débil y resucita lleno de fortaleza; en fin, se siembra un cuerpo material y resucita un cuerpo espiritual» (1 Co 15,42-44). La Cuaresma nos dirige a la Pascua de Cristo resucitado, que trae la esperanza al mundo: Dios desea unirnos íntimamente con Él en el amor para siempre.
2) Para pensar
John Nelson Darby (1800-1882), predicador cristiano, durante un viaje en la sierra, encontró en una choza a un pastorcito de ovejas que estaba muy grave. Sucede que se había enfermado por buscar un corderito de su rebaño perdido en la nieve; le salvó la vida, pero estaba muriendo de tuberculosis debido al frío que pasó.
Darby le habló del Buen Pastor que busca ovejas humanas perdidas, y sacrificó su vida por amor a ellas. Le leyó el Salmo 23 y para que recordara las primeras palabras, le hizo contar las cinco palabras sobre sus dedos: “El Señor es mi Pastor” y le enseñó a poner énfasis en la palabra “mi”, tomando el cuarto dedo de su mano. Al año siguiente volvió Darby a la choza. La madre del niño le contó que un día lo encontró muerto, pero sonriendo y sujetando el cuarto dedo de su mano. Darby supo que el Pastor había venido por su oveja.
La esperanza en la vida eterna se funda en las palabras de Jesucristo: “No se turbe vuestro corazón; creed en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no fuera así, os lo hubiera dicho; porque voy a prepararos un lugar” (Jn 14,1).
3) Para vivir
La resurrección de Cristo anima las esperanzas terrenas con la «gran esperanza» de la vida eterna. Señala el papa Francisco que aquí en la tierra nos encontramos con amargas desilusiones, sueños rotos, preocupaciones, desaliento, con la tentación de encerrarnos en el egoísmo individualista, ser indiferentes ante el sufrimiento de los demás: «los jóvenes se cansan y se fatigan» (Is 40,30). Sin embargo, Dios da fuerzas al cansado para que corra y no se fatigue (cfr. Ibid). La Cuaresma nos invita a poner nuestra fe y esperanza en el Señor, porque sólo con los ojos fijos en Cristo resucitado no nos cansaremos de hacer el bien.
La fe no nos quita las tribulaciones, pero nos permite atravesarlas unidos a Cristo, con la gran esperanza que no defraudar y con la garantía del amor que Dios nos tiene. Por ello, si nos vemos poca cosa, no olvidemos que el Señor se sirve del estiércol para la belleza del mundo.
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