Cuando llega la vejez

La transmisión de la sabiduría. Cuando llega la vejez

1) Para saber

El cineasta sueco, Ingmar Bergman, que vivió cerca de 90 años, comentaba que “envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena”.

Hoy en día hace falta destacar la figura del anciano, que se entienda bien que el anciano no es un material de descarte: es una bendición para la sociedad. A menudo, dice el papa Francisco, los ancianos son vistos como “un peso”. Por ello, el Pontífice ha comenzado, en sus Audiencias, una serie de reflexiones sobre la ancianidad. Quiere mostrar el sentido y el valor de la vejez, siendo una de las cuestiones más urgentes que la familia humana está llamada a afrontar. Afirma, incluyéndose, que nunca han sido tan numerosos en la historia humana.

2) Para pensar

Hay un breve poema llamado “Síndrome” del admirado poeta Mario Benedetti que dice: “Todavía tengo casi todos mis dientes / casi todos mis cabellos y poquísimas canas / puedo hacer y deshacer el amor / trepar una escalera de dos en dos / y correr cuarenta metros detrás del ómnibus / o sea que no debería sentirme viejo / pero el grave problema es que antes no me fijaba en estos detalles”.

La vejez llega e importa aceptarla. El papa Francisco reflexionó las palabras del profeta Joel: «Vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones». Las interpretó diciendo que cuando los ancianos comunican sus sueños, los jóvenes ven bien lo que deben hacer. Pero si los jóvenes no conocen esos sueños, les costará llevar su presente y soportar su futuro. Por ello, los ancianos han de comunicar esos sueños y los jóvenes, a su vez, han de escucharlos. Porque si los jóvenes se encorvan en su smartphone, dice el papa, aunque la pantalla permanezca encendida, la vida se apaga antes de tiempo.

3) Para vivir

“Todos deseamos llegar a viejos; y todos negamos que hemos llegado”, afirma el escritor español Francisco de Quevedo. Y es que pareciera en la cultura actual que el único modelo es el del joven o la joven que permanece siempre joven. Pero, se pregunta el papa, ¿es verdad que la juventud contiene el sentido pleno de la vida, mientras que la vejez representa el vaciamiento y la pérdida? No hay que olvidar que la exaltación de la juventud como única edad digna, unida al desprecio de la vejez, fue bandera de los totalitarismos del siglo XX.

A la vejez le ha de ser restituida su dignidad; es un don para todas las edades de la vida. Es un don de madurez y de sabiduría. Aunque hay planes de asistencia, faltan proyectos creativos de existencia para hacerles vivir en plenitud. Pues ser ancianos es tan importante —y hermoso— como ser jóvenes. Hay que recuperar la alianza entre las generaciones, pero ¿hay amistad entre las diferentes edades de la vida o prevalecen la separación?

Importa que haya un coloquio. Los jóvenes deben hablar con los ancianos, y los ancianos con los jóvenes. Y este puente será la transmisión de la sabiduría en la humanidad. Los ancianos puedan ofrecer los sueños y los jóvenes puedan recibirlos para llevarlos adelante.

 

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