1) Para saber
Una historia bíblica edificante es la del noble anciano Eleazar, quien en sus últimos años sufrió la persecución de Antíoco Epífanes. Este rey decretó la obligación de comer carnes sacrificadas a los ídolos, lo cual estaba prohibido por la religión judía. Eleazar era un anciano judío de noventa años muy estimado por todos y tenía gran autoridad moral. Cuando le tocó el turno de comer, los oficiales del rey, que lo estimaban, le aconsejaron que simulara comer la carne sin hacerlo realmente y así salvar su vida. Pero Eleazar se opuso rotundamente con firmeza y valentía, no quiso traicionar su fe. Decidió morir antes que renegar de la fe, dando ejemplo de fidelidad y de coherencia a las futuras generaciones.
En su catequesis sobre la vejez, el papa Francisco quiso reflexionar sobre la respuesta valiente de Eleazar, en que defiende el honor de la fe. El papa señala que este ejemplo tiene mucha actualidad, pues hoy en día la fe se encuentra bajo la presión, a veces violenta, de algunos que la miran despectivamente como algo antiguo o supersticioso. Eleazar nos deja una gran herencia: ser coherentes con la propia fe, obrar siempre de acuerdo a lo que creemos, hasta el final de nuestros días.
2) Para pensar
Parecería que era una pequeña cosa lo que se le proponía a Eleazar. No se le pedía que comiera, sino sólo que lo fingiera. Sin embargo, Eleazar contesta con firmeza: no se trata sólo de fingir, sino que significaría deshonrar toda la fe. Si había vivido en la coherencia de su fe toda su vida, y ahora fingiera el repudio, estaría transmitiendo a la nueva generación el mensaje de que la fe era una ficción. Dejaría de herencia un mal ejemplo para los jóvenes.
La vejez se nos presenta como el lugar decisivo e insustituible para dar testimonio de la fe. Si un cristiano anciano considerara irrelevante la práctica de la fe, haría creer a los jóvenes que la fe no es importante ni tiene relación con la vida. Los ancianos, dice el papa, han de pensar en el ejemplo que les dejan a los jóvenes, qué herencia dejan para las generaciones futuras.
3) Para vivir
Desde antiguo, no falta quien considere la fe como una espiritualidad que no tiene que ver con el vivir. En nuestra sociedad y cultura hay tendencias que no aceptan que se viva de acuerdo con la fe, se le llega a ridiculizar. Se acepta cierta “espiritualidad” ambigua, pero se rechaza a vivir conforme la fe. Por ejemplo, cristianos que aceptan ritos paganos para contraer matrimonio, pero rechazan el Sacramento. Se pretende haber superado la fe considerándola como algo antiguo, para “viejos”.
Quizá nos corresponde a los ancianos, dice el papa, una misión muy importante: devolver a la fe su honor siendo coherentes hasta el final. Porque la fe cristiana no es solamente decir el Credo, sino que es pensar y vivir el Credo. Es hacerla coherente como el testimonio valiente de Eleazar hasta el martirio, y demostrar, con humildad y firmeza, que creer no es algo “de viejos”, sino que es una bendición, un don que siempre merece ser respetado y honrado. Es creer en el Espíritu Santo, que hace nuevas todas las cosas. Y así, abrirles a los jóvenes un camino de vida bellísimo.
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