1) Para saber
Se cuenta que en cierto pueblo se remodeló la plaza del Ayuntamiento. Entre los arreglos se pintó una banca que estaba deteriorada. Para evitar que alguien se sentara y se manchara, se le pidió al guardia de la plaza que la vigilara para evitarlo. Pasaron unos días y relevaron al guardia, quien le dijo a su sucesor que no permitiera por ningún motivo sentarse en esa banca, pero sin decirle la razón. El nuevo guardia vigiló que nadie se sentara. Así que, aunque ya se había secado la banca, no dejaba que se sentaran. Esa orden pasó al siguiente sucesor y así sucesivamente. Pasaron muchos años en que estuvo prohibido sentarse ahí, sin saber nadie la razón.
Es el peligro de hacer las cosas sin saber la razón de las indicaciones o las normas. Eso podría suceder en la Liturgia si no se comprende el sentido de las indicaciones y sus símbolos. Dice el Papa Francisco que el “rito es en sí mismo una norma, y la norma nunca es un fin en sí misma, sino que siempre está al servicio de la realidad superior que quiere custodiar”. Importa cuidar el “arte de celebrar” (ars celebrandi) sin quedarse en la mera observancia de las rúbricas. Pero tampoco sin caer en el otro extremo de improvisar por una fantasía sin reglas. Ni formalismo, ni un caos sin normas.
2) Para pensar
Es más fácil actuar según nuestro pensar, que obedecer una indicación externa. Pero tratándose de la Liturgia, es preciso ir en sintonía con el Espíritu Santo, y no reducirla a nuestro modo de pensar. En su carta sobre la Liturgia, el Papa Francisco cita a Romano Guardini, sacerdote católico alemán, que escribió profundas reflexiones sobre el “arte de celebrar”: «Debemos darnos cuenta de lo profundamente arraigados que estamos todavía en el individualismo y el subjetivismo, de lo poco acostumbrados que estamos a la llamada de las cosas grandes y de lo pequeña que es la medida de nuestra vida religiosa”. Nos quiere prevenir este pensador de no guiarnos únicamente por lo que a cada uno le parezca lo que es la religión, pues al ser limitados, la estaríamos empobreciendo. Es preciso, dice el mismo pensador, trabajar seriamente obedeciendo a la Iglesia. Solo así alcanzaremos la grandeza de la oración.
Las normas o reglas tienen un sentido valioso y por ello se les debe obediencia. No se trata de la regla en sí misma, sino del bien que comporta. Podemos pensar si seguimos las normas comprendiendo su razón de ser y su valor.
3) Para vivir
En toda celebración litúrgica han de tener presente, no solo en el celebrante, sino todos los que participan, que es una acción sagrada, pues es Cristo quien está actuando y el Espíritu Santo quien santifica a los participantes. Todos los presentes unidos a Jesucristo ejercen el culto público íntegro. Por ello se afirma que la Liturgia es el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. Cristo es el que bautiza, el que perdona en la confesión, quien celebra la Eucaristía…
Nunca se debe olvidar que en cada celebración se hace presente la acción redentora de Jesucristo, su misterio pascual, para que todos los bautizados puedan experimentar en su vida la obra de la salvación. Al comprenderlo, estaremos en sintonía con el Espíritu Santo y lograremos vivirla con mayor eficacia.
Te puede interesar: Belleza de la Liturgia (21). ¿Me dejo educar?
Facebook: Vox Fides