ROMA.- Adele Labianca es una religiosa que en 1966 asistió a la hermana Caterina Capitani, quien padeció mucho a raíz de una operación practicada en el estómago, pero gracias a la intercesión del Papa Juan XXIII (fallecido tres años antes), curó milagrosamente. Tal hecho marcaría, entonces, el milagro que a la postre llevaría a la canonización de Juan XXIII.
Sor Adele Labianca fue convocada en el atrio del Aula Pablo VI para platicar con la prensa internacional sobre los hechos ocurridos hace 48 años.
Al tomar la palabra sor Adele Labianca, refiriéndose a la religiosa Caterina Capitani, refirió el gran sufrimiento de esta monja, tras la operación de estómago que se le había hecho cuando tenía 23 años.
Era el año 1966, y Juan XXIII había fallecido desde hacía tres años, por lo que sor Caterina y sus hermanas religiosas lo invocaban en su oración cotidiana. Y en el momento más oscuro, le habían colocado una reliquia del Papa sobre su herida. Relató que sor Caterina se despertó entonces y poco después comentó lo que había sucedido:
Después de que la hermana Labianca puso la reliquia sobre las heridas de Caterina, le invitó a confiar en Dios. De repente, el 25 de mayo de 1966, a las 2 de la tarde con 40 minutos, exactamente, la hermana se levantó de la cama para sorpresa de todos y dijo:
“Estaba sola en mi cuerpo y de repente una voz, hacia la izquierda de mi recámara, me hablaba; era la voz de un hombre y lo vía ahí, al lado de mi cama; vi su rostro, vi su túnica… era el ‘Papa bueno’. Él me dijo: ‘hermana Caterina, me has rezado tú y muchas hermanas, en especial una de ellas, me has sacado del corazón este milagro, pero ya todo ha pasado, tú estás bien, no tienes nada’”.
Entonces, Caterina se espantó en ese momento, buscó a las demás hermanas y se desata una gran conmoción dentro del convento; no saben qué hacer, y se van a tocar las campanas del convento para llamar a las demás.
La hermana Caterina empieza a gritar y a decirles: “¡estoy sanada, estoy sanada!”, a lo que las hermanas respondían: “¡yo creo que está alucinando!”… “¡Por favor, denme algo de comer, el Papa me dijo que ya podía comer lo que quisiera!”, indicaba Caterina.
La hermana Labianca recuerda que Caterina dijo que el Papa Juan XXIII le dijo que fuera con el doctor para que testimoniara su estado de salud y también a Roma a rezar ante su tumba, pues “ahí te estaré esperando”.
“La prudencia religiosa de nuestra comunidad nos demandaba que no dijéramos nada afuera de la comunidad misma, pero la sanación de la hermana Caterina no sólo fue física, sino también espiritual. Había un cambio en ella. La evidencia física era tangible, la enfermedad había desaparecido”, recordó Adele Labianca.
El 8 de junio de 1966, el doctor que había estado atendiendo a la hermana Caterina debió hacer un amplio reporte médico sobre su estado de salud y su padecimiento.
Ese reporte, finalmente, fue el que llevó a solicitar la canonización de Juan XXIII, el 3 de septiembre del año 2000.
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