1) Para saber
“La paciencia todo lo alcanza”, nos dice Santa Teresa de Jesús. En nuestra vida contamos con el tiempo, el cual ha de ser un aliado para lograr nuestros propósitos: “Los dos guerreros más poderosos son la paciencia y el tiempo”, decía el escritor León Tolstoi.
Junto con la esperanza, dice el Papa Francisco, va unida la paciencia, dos virtudes que necesita el mundo de hoy, que se caracteriza por buscar la rapidez, por exigir respuestas prontas. Es natural querer que las cosas salgan bien: que los hijos sean responsables, que un negocio produzca frutos, la realización de un proyecto, adelgazar unos kilos, etc. Pero a veces queremos los resultados de un día para otro y al no obtenerlos nos desesperamos. Pero la naturaleza nos enseña a saber esperar: pensemos cuánto tarda un manzano, desde que se sembró, en darnos ricas manzanas. Son varios años. No podemos acelerar las semillas para que crezcan muy rápido: todo tiene su ciclo.
La paciencia nos da la capacidad de saber esperar. Incluso cuando algunos a nuestro alrededor han caído en la desilusión y abandonan el camino, si estamos animados por la esperanza y la paciencia seremos capaces de atravesar las noches más oscuras, dice el Papa.
2) Para pensar
Uno de los santos que se caracterizó por su paciencia fue San Francisco de Sales. Durante su vida sufrió muchos ataques y luchaba por no responder con violencia. Hubo un hombre, de vida desarreglada, que publicó mentiras contra el santo, pero éste decidió no defenderse esperando que la verdad triunfara al final. No contento aquel hombre con la reacción del santo, envió por las noches a unos criados con unos perros debajo de la ventana de la habitación del obispo Francisco para que no lo dejaran dormir con los ladridos y pedradas que aventaban.
Un día San Francisco se lo encontró en la calle, y como si nada pasara, lo saludó con toda cordialidad y palabras llenas de afecto. El hombre quedó más que sorprendido y dejó de molestarlo. Y solía decir años después que había sacado más provecho de aquella manera de proceder que de haber oído a cien predicadores.
San Pablo nos recuerda que cuando hay amor, hay paciencia. Pensemos cuando nos impacientamos, si acaso no nos estará faltando más amor.
3) Para vivir
La falta de paciencia nos impide proseguir para alcanzar un objetivo. Incluso la requerimos para tomar decisiones que nos comprometen para toda la vida. Por ejemplo, es imprescindible para el matrimonio, para la investigación, en la educación.
San Josemaría nos da un consejo para cuando las dificultades quieren desalentarnos: “Un remedio contra esas inquietudes tuyas: tener paciencia, rectitud de intención, y mirar las cosas con perspectiva sobrenatural” (Surco 853).
El fundamento de nuestra paciencia es nuestra confianza en Dios que todo lo puede y contamos siempre con su amor inquebrantable. Por ello la frase de santa Teresa con la que comenzamos, va dentro de un verso que podemos recordar cuando la ansiedad o tribulación nos amenace: “Nada te turbe, nada te espante. Todo se pasa. Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene nada le falta. Sólo Dios basta”.
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