Betania.- Frente a las aguas del río Jordán, justo en el preciso lugar donde hace cientos de años Juan bautizó a Jesús, el Papa Francisco mantuvo una silenciosa y pacífica oración durante 15 minutos, para luego bendecir el agua del afluente y firmar el libro de los visitantes de honor.
“Este lugar donde nos encontramos nos recuerda el bautismo de Jesús”, dijo el Santo Padre, a manera de saludo y santa bendición, mientras en un círculo lo esperaban ansiosas unas 600 personas con discapacidad y refugiados, que coreaban en español: “¡Viva el Papa!”.
“En mi peregrinación, he tenido mucho interés en encontrarme con ustedes que, a causa de sangrientos conflictos, han tenido que abandonar sus casas y su patria y encontrado refugio en la acogedora tierra de Jordania; y al mismo tiempo con ustedes, queridos jóvenes, que experimentan el peso de alguna limitación física”, manifestó el Papa Francisco en italiano.
Enseguida, delineó una de las peticiones más trascendentales de su viaje por Tierra Santa: “Me dirijo a la comunidad internacional para que no deje sola a Jordania ante la emergencia humanitaria que se ha creado con la llegada de un número tan elevado de refugiados. Renuevo mi vehemente llamamiento a la paz en Siria. Que cese la violencia y se respete el derecho humanitario, garantizando la necesaria asistencia a la población que sufre”.
Tras precisar que el odio y el dinero son la raíz y la causa de la guerra, y luego de evidenciar que la continuidad del conflicto sirio tiene como responsables a todos aquellos que fabrican y comercializan armas, el Sumo Pontífice se fundió en un enternecedor abrazo con los refugiados y discapacitados, en su mayoría de nacionalidad siria.
El encuentro del Papa Francisco en este emblemático lugar fue muy significativo, ya que el Jordán es un río sagrado para dos grandes religiones: judaísmo y cristianismo. En la actualidad, Jordania e Israel se disputan el privilegio del lugar exacto del bautismo de Jesús.
No obstante, miles de peregrinos cristianos se siguen sumergiendo en sus aguas sagradas, tanto en la orilla jordana como en la israelí, para renovar sus promesas bautismales.
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