Ser valientes ante la controversia

Temas como la legalización del aborto y la modificación de artículos de la ley que pretenden homologar el concepto de matrimonio con la unión de personas del mismo sexo, se han convertido en los más controvertidos de nuestro tiempo, siendo amplificados por los cada vez más poderosos medios de comunicación y las redes sociales, creando una especie de arena virtual en la que grupos sociales organizados se manifiestan a favor y en contra.

¿Cómo actuar frente a esta realidad cada vez más constante en nuestro mundo, en nuestros países y comunidades? ¿Qué posición debemos asumir frente a ello?

Algunas veces nos comportamos de forma beligerante en favor o en contra, nos manifestamos abiertamente y caemos muchas veces en la confrontación, comenzando una lucha que no tiene fin, ya que ambas partes mantendremos la misma posición, pase lo que pase. Otras veces nos quedamos sólo como espectadores, “milando como el chinito”. En el mejor de los casos, la mayoría, sólo manifiesta una débil posición a favor o en contra.

Tres ideas que nos podrían ayudar a enfrentar mejor esta situación: realidad, verdad y misión.

Realidad

Es una realidad que hay personas que tienen su propia idea y posición sobre el aborto y el matrimonio, pero cuando esa idea o posición, que es muy respetable, rebasa el ámbito personal e individual y pretenden convertirla en una directriz colectiva y social, entonces la dimensión del problema implica otras realidades aún más complejas que exigen una reflexión más profunda, un análisis de la misma a la luz de la razón y la verdad.

Verdad

Estamos en principio de acuerdo en que nadie posee la verdad, ésta existe y se hace presente, también la podemos buscar mediante nuestra inteligencia a través de la razón.

La verdad sobre las cosas, la naturaleza o los hechos, no podemos ignorarla, así como la evidencia de que estamos presentes, de que somos de carne y hueso, de que tenemos un cuerpo y de que podemos captar a través de nuestros sentidos el calor y el frío.

De la misma forma, podemos estar seguros que de la naturaleza humana emana la verdad sobre los hombres y las mujeres y que haciendo uso de nuestra razón podemos concluir aspectos fundamentales sobre nosotros mismos, y como consecuencia, de nuestra relación con los demás.

De esta forma, y en honor a la verdad, no podemos ignorar que un ser humano tiene vida desde el momento mismo de la concepción; la evidencia científica lo demuestra.

Es verdad también que hay momentos sumamente difíciles para una mujer que tras sufrir alguna violación o frente a la incapacidad de alimentar a un hijo, piense que la salida es eliminarlo; sin embargo, es también verdad que es una salida falsa y que eso no elimina el hecho de que se estaría asesinando al más indefenso de los seres humanos.

Es una verdad racionalmente más compleja, pero igual de lógica, la premisa de la propagación de la especie humana, parte esencial de la supervivencia del ser humano en la tierra. Ésta se da esencialmente de la unión sexual de un hombre y una mujer solamente, de donde emana la naturaleza del matrimonio, que es, por esto mismo, un valor fundamental que debemos cuidar y proteger, so pena de acabar con nosotros mismos.

Es verdad también que hay personas del mismo sexo que se pueden amar y que como consecuencia de ello quieran vivir juntos; sin embargo, a esta unión no se le puede llamar nunca matrimonio, por la simple y sencilla razón de que no cumple, y es más que evidente, con la misma finalidad NATURAL de propagación de la especie.

Misión

Lo difícil de la cuestión en este planteamiento es cómo cumplir la misión a la que hemos sido convocados todos aquellos que, por vocación, nos vemos en la imperiosa necesidad de cuidar y proteger la dignidad de la persona humana, desde su concepción hasta la muerte natural.

¿Cómo cumplir nuestra vocación sin caer en la provocación del enfrentamiento y sin convertirla en una lucha entre hermanos, entre iguales? ¿Cómo respetar sus posiciones sin verlas como ataques personales? ¿Cómo poner la armonía y la paz por delante?

La clave está en partir de la realidad que hemos mencionado que existe y no podemos ignorar. No sólo debemos profundizar más en ella y entenderla a fondo, sino encontrarnos con ella y con la oportunidad de transformarla a partir de la claridad de la verdad, sin ignorarla y sin menospreciarla, por más dura y difícil que sea la misma realidad.

El Papa Francisco con su testimonio y ejemplo nos ha puesto la vara muy alta. En su reciente encuentro por la paz con judíos, musulmanes y ortodoxos, nos dejó muy claro que la paz sólo se puede buscar desde la verdad, evidente a nuestros ojos: somos todos hermanos. Sería necio negarnos esta hermandad.

De tal forma que, como él mismo lo dice, nuestra misión requiere de mucho valor… “se necesita valor para decir sí al encuentro y no al enfrentamiento; sí al diálogo y no a la violencia; sí a la negociación y no a la hostilidad; sí al respeto de los pactos y no a las provocaciones; sí a la sinceridad y no a la doblez. Para todo esto se necesita valor, una gran fuerza de ánimo” (Papa Francisco en la Oración por la Paz, Vaticano 9 de junio de 2014).

No hay más que decir, el reto es seguir esta sencilla pero a la vez valiente receta para poder cumplir la misión a la que hemos sido llamados con las herramientas adecuadas, mismas que nos darán un mejor resultado.

* Presidente Ejecutivo yoinfluyo.com

@yoinfluyo
@fsargomedo

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