No sin antes reconocer la labor de las numerosas asociaciones coreanas que se ocupan directamente de la atención a los pobres y necesitados, el Papa Francisco dijo que asistir a los pobres es bueno y necesario, pero no basta, sino que, además, hay que hacer lo necesario para que todo hombre y mujer conozca la alegría de ganar dignamente el pan de cada día y sostener a su propia familia.
Advirtió que «esta dignidad, en este momento, es amenazada con ser eliminada por esta cultura del dinero, que deja sin trabajo a tantas personas».
«Nosotros podemos decir: “Padre, nosotros les damos de comer”. ¡Pero no es suficiente! Él y ella, que están sin trabajo, deben sentir en su corazón la dignidad de llevar a casa el pan, de ganarse el pan», agregó el Santo Padre, y les encomendó esa tarea a los laicos coreanos.
En la última de sus actividades de este sábado, el Papa Francisco se reunión con 150 líderes del Consejo del Apostolado Seglar Católico, en el Centro de Espiritualidad de Kkottongnae, a quienes les manifestó su «profundo agradecimiento a cuantos, con su trabajo y su testimonio, llevan la presencia consoladora del Señor a los que viven en las periferias de nuestra sociedad».
El Papa Francisco subrayó que «la fecundidad de la fe se expresa en la práctica de la solidaridad con nuestros hermanos y hermanas», como demuestra el ejemplo de los primeros cristianos coreanos. Y aquí conectó el Papa su discurso con los mártires coreanos cuya ceremonia de beatificación había presidido por la mañana.
El Sumo Pontífice destacó con mucha precisión que «el beato Pablo Yun Ji-chung y los mártires que hoy han sido beatificados {…}. Dieron testimonio de la fe no sólo con los tormentos y la muerte, sino también con su vida de afectuosa solidaridad de unos con otros en las comunidades cristianas, que se distinguían por una caridad ejemplar».
Al dirigirse a los presentes como «floreciente apostolado de los laicos en Corea», el discurso papal fue insistente en su reconocimiento al rol primordial de los laicos en la Iglesia en Corea.
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