Señor, ¡Que no sé hacer oración! (17)

Ahora, les presentamos otro ensayo del Padre Carlos Chávez Shelly, titulado: Señor, ¡Que no sé hacer oración!, que nos introduce al tema de lo que es la “oración”, ésa relación especial, natural e íntima que se establece entre el ser humano y Dios Padre, su Creador (Parte 17).

LA ORACION VOCAL

No podemos terminar sin poner nuestra atención en la oración vocal, una forma de oración a veces poco comprendida, pero de indudable valor. Jesucristo Nuestro Señor en persona la enseñó: el Padre Nuestro. El Espíritu Santo, a través del Arcángel San Gabriel y de Isabel, la prima de la Santísima Virgen, nos dejaron el Ave María. Y el mismo Divino Espíritu, por medio de la Iglesia, que gobierna y santifica, nos ha ido indicando qué y cómo rezar. ¡Cómo no vamos a tener muy en cuenta la oración vocal!

Hace algunos años, Juan Pablo II se lamentaba de que se estaba dejando de rezar, sobre todo los jóvenes, “los cuales muchas veces abandonan las oraciones que aprendieron de niños, porque les parecen demasiado infantiles, ingenuas y poco profundas”46. De ahí partía para lanzarlos a rezar, con más profundidad, pero a rezar: “… semejante estado de conciencia constituye un estímulo indirecto para profundizar la propia oración, hacerla más reflexiva, más madura; para buscarle apoyo en la Palabra de Dios mismo y en el Espíritu Santo, el cual ‘aboga por nosotros con gemidos inenarrables’, como escribe San Pablo”47.

No se trata de reprimir mecánicamente oraciones y oraciones, si alguna vez nos distraemos no pasa nada, procuramos volver a concentrarnos y adelante. Esfuérzate por evitar las distracciones en la oración vocal. Vendrán a menudo, porque somos pobres criaturas, pero hemos de procurar reaccionar en seguida. Que nuestras oraciones vocales no sean palabras vacías, sino verdadera conversación con el Señor o con su Madre Bendita, con San José, o con los ángeles o santos del cielo.

La oración vocal nos tiene que llevar a ser más sinceros en nuestra vida, a no ser hipócritas, a procurar vivir lo que rezamos, por ejemplo:

No puedo decir “PADRE NUESTRO”, si no veo a todos los hombres como hermanos.

No puedo decir “QUE ESTÁS EN LOS CIELOS”, si lo que me preocupa son los bienes de la Tierra.

No puedo decir: “HÁGASE TU VOLUNTAD”, si sólo me importa lo que yo quiero.

No puedo decir: “DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DÍA”, si no soy capaz de compartir mi pan con los más necesitados.

No puedo decir: “NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACION Y LIBRANOS DEL MAL”, si no procuro apartarme de las ocasiones de pecado…

La oración vocal nos debe comprometer. No es una grabadora la que está rezando, es un hombre: racional y libre.

“Despacio. –Mira qué dices, quién lo dice y a quién.– Porque es hablar de prisa, sin lugar para la consideración, es ruido, golpeteo de latas.

Y te diré con Santa Teresa, que no lo llamo oración, aunque mucho menees los labios”48.

NOTAS:

46 Juan Pablo II, En el Ángelus en Castelgandolfo, 27-VII-80.

47 Rom. 8, 26.

48 San Josemaría Escrivá, Camino no. 85.

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