
En la Fiesta de Pentecostés. El Espíritu Santo nos enseña a amar
Podemos pensar si somos conscientes de la presencia del Espíritu Santo en nuestras almas y si actuamos en consecuencia.
Podemos pensar si somos conscientes de la presencia del Espíritu Santo en nuestras almas y si actuamos en consecuencia.
Con periódica cadencia, el calendario no falla, llegamos al mes de junio, en el cual se nos recordará, por activa y por pasiva, que se trata del mes del orgullo gay.
La paz que Jesús nos da es el Espíritu Santo, quien llena el corazón de serenidad y apaga la tentación de agredir.
Kourtney planteó su boda como un cuento de hadas; la Virgen era parte del programa, porque así llamaba la atención sobre su boda.
El amor que recibimos del Señor es la fuerza que transforma nuestra vida, nos ensancha el corazón y nos predispone para amar.
Podemos educar a nuestros hijos desde pequeñitos para que aprendan a guardar todo en su corazón, sin rencores ni resentimientos, volviendo lo vivido una ofrenda agradable a Dios.
Dios no nos promete que nunca tendremos miedo, sino que, con su ayuda, podremos sobrellevarlo. El poder de la oración hace entrar la luz en las situaciones de oscuridad.
Se debe ser coherentes con la propia fe, obrar siempre de acuerdo a lo que creemos, hasta el final de nuestros días.
María Santísima es modelo de mujer y de madre, por lo que debemos conocer sus virtudes para después poder imitarlas en lo personal y educar a nuestros hijos en ellas.
Pensar en santos de América, hace mencionar a Santa Rosa de Lima, San Martín de Porres y San Felipe de Jesús, pero eso nos deja muy lejos de la realidad.
Es cierto que cada quien tiene su fin del mundo. El fin del mundo de cada persona es su propia muerte.
“Cada hijo es un reflejo viviente del amor conyugal entre los esposos, signo permanente de la unidad y síntesis viva e inseparable del padre y de la madre”.