
Virtudes y vicios (21). La carrera de la salvación
Con la esperanza podemos vivir con alegría y serenidad nuestro presente, pues Jesús nos asegura un futuro confiable y un horizonte luminoso.
Con la esperanza podemos vivir con alegría y serenidad nuestro presente, pues Jesús nos asegura un futuro confiable y un horizonte luminoso.
A veces no es fácil defender nuestra fe, pero no dudemos de su valor y pongámonos de pie cuando sea preciso.
La fidelidad a Cristo se ha pagado muchas veces con la vida, con la deshonra, con el destierro.
No es inteligente decir lo primero que se ocurre, así sin más. Al pensar, se evita faltar a la caridad, a la verdad o a la justicia.
La templanza permite disfrutar más de los bienes y placeres, y proporciona una alegría verdadera.
Cultivar la virtud de la fortaleza nos ayuda a ser personas que no se atemorizan, ni se desaniman ante las pruebas.
Es primordial y necesario, tal vez hoy más que nunca, educar en el sentido de justicia y fomentar la cultura de la legalidad.
La justicia es una virtud social por excelencia. No fácil de obtener, pero indispensable para alcanzar la paz.
Aristóteles decía que el rasgo distintivo del hombre prudente es el ser capaz de deliberar y de juzgar de una manera conveniente.
La cultura moderna no tiene medios para enfrentarnos a la muerte. En cambio, la fe cristiana nos ofrece recursos asombrosos y suficientes.
En estos tiempos dramáticos, la solución está en redescubrir la virtud. Si practicar la virtud fuera lo normal, el mundo sería feliz.
El soberbio es aquel que cree ser mucho más de lo que es en realidad.