
El origen de nuestra identidad. ¿Conocemos nuestra genealogía?
Conocer a nuestros antepasados nos ayuda a explicarnos por qué estamos aquí y quiénes somos.
Conocer a nuestros antepasados nos ayuda a explicarnos por qué estamos aquí y quiénes somos.
El Espíritu Santo viene sobre los que rezan; hay que invocarlo para que nos asista.
La alegría, tan deseada, no se consigue por el hecho de desearla, sino que podrá venir como fruto de las acciones.
La misericordia de Dios lo puede todo, desata todo nudo, disipa el odio y el espíritu de venganza.
El dolor no es sólo un camino hacia la ira y la desesperación; si está basado en la fe, es un buen maestro de amor.
«Ad Iesum per Mariam», es decir, «a Jesús por María». Este lema de la tradición católica afirma que a Jesús se va a través de la Virgen María.
El trato con Dios no se ha de limitar a pedirle ayuda. Por ello también hemos de rezar siempre con libertad, sin sentirnos obligados, ha de ser una oración libre.
Un proverbio chino dice: “No temas crecer lentamente; ten sólo miedo a quedarte quieto”.
La unidad familiar tan deseada, no es un objetivo fácil; pero su Creador nos ofrece las ayudas necesarias.
Si Cristo es nuestro rey, no deberíamos tener problema para regalarle una hora de nuestra semana para asistir a Misa.
La vida es un tesoro, sin ella simplemente no seríamos. Sin embargo, es una realidad que entraña gran valor y no se limita a un modo de ser.
La oración es ese diálogo amoroso que tenemos con Dios que puede ser por medio de fórmulas ya establecidas o con una sencilla conversación a lo largo de nuestros días.