1) Para saber
«Ad Iesum per Mariam», es decir, «a Jesús por María». Este lema de la tradición católica afirma que a Jesús se va a través de la Virgen María. Nos recuerda el Papa Francisco que ella nos muestra a Jesús, ella nos abre las puertas, ¡siempre! Después de haber reflexionado sobre los diversos medios con los que el Espíritu Santo lleva a cabo su obra de santificación en la Iglesia (como la Palabra de Dios, los Sacramentos, la oración…), ahora el Papa Francisco reflexionó sobre la piedad mariana.
La Virgen es la madre que nos lleva de la mano a Jesús. Ella nunca se señala a sí misma, nos señala siempre a Jesús. Y esto es la piedad mariana: a Jesús a través de las manos de la Virgen.
2) Para pensar
En una entrevista al entonces papa Juan Pablo II, le preguntaron sobre su piedad mariana. Entonces recordó que durante la Segunda Guerra Mundial él trabajaba como obrero en una fábrica. Comentaba que le pasó por la cabeza que quizá debería alejarse algo de la devoción mariana, que tenía muy arraigada desde la infancia, para girar más en torno a Jesucristo. Pero gracias a que leyó a San Luis Grignon de Montfort comprendió que la verdadera devoción a la Virgen María es cristocéntrica, es decir, gira en torno a Cristo. La piedad mariana, no sólo no lo aleja de Jesús, sino que lleva a él.
Juan Pablo II sabía hasta entonces que la devoción a la Virgen María, le llevaba a amar más a Jesucristo, pero ahora comprendió que el mismo Jesús le llevaba a crecer en su piedad mariana, la cual nos remite al Misterio de la Santísima Trinidad, de la Encarnación y la Redención.
3) Para vivir
Así como San Pablo se definía a sí mismo como una «carta de Cristo» escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; así, se puede decir que la Virgen María es igualmente una carta escrita con el Espíritu del Dios vivo, y por eso, ella puede ser «conocida y leída por todos los seres humanos». Cuando María acepta y dice al ángel: «sí, hágase la voluntad del Señor», es como si se ofreciera como una página en blanco para que el Señor pueda escribir lo que Él quiera en su vida. María se convierte en instrumento del Espíritu Santo en su obra de santificación. Como ella, así nosotros podemos tener su misma disponibilidad y repetir sus dos expresiones: «Aquí estoy» y «Hágase (fiat)». Aprendamos de ella a ser dóciles a las inspiraciones del Espíritu, sobre todo cuando su Espíritu de amor nos urge a hacer el bien a los hermanos y hermanas que más lo necesitan. Su vida es un ejemplo para nosotros, para que sepamos decir “sí” a Dios con confianza y generosidad. Pensemos, por ejemplo, en sus palabras ante el anuncio del ángel Gabriel: ¿Qué dice la Virgen? “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según lo que has dicho”.
San Francisco de Asís, en una de sus oraciones, saluda a la Virgen como «hija y sierva del altísimo Rey y Padre celestial, madre de nuestro santísimo Señor Jesucristo, esposa del Espíritu Santo» [3]. ¡Hija del Padre, Madre del Hijo, Esposa del Espíritu Santo! No se podía ilustrar con palabras más sencillas la relación única de María con la Trinidad, dice el Papa Francisco. De aquí que podemos acudir a su poderosa intercesión ante Dios, sabiéndonos sus hijos.
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