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El Espíritu Santo y la Iglesia (9). Una vida que vale la pena

1)  Para saber

“Ama la vida que tienes, para poder vivir la vida que amas” (Hussein Nishah). La vida es un tesoro, sin ella simplemente no seríamos. Sin embargo, es una realidad que entraña gran valor y no se limita a un modo de ser: hay grados de perfección, no es lo mismo la vida de una planta, de un insecto, de un niño o incluso la vida de un ángel o la vida divina.

Al reflexionar sobre la acción del Espíritu Santo en la Iglesia, el Papa Francisco, recuerda que precisamente el Espíritu Santo es el vivificador, quien da la vida. La Sagrada Biblia nos relata cómo Dios desde el inicio de la humanidad es quién da la vida a Adán y Eva. Y una vez habiendo venido Cristo, nos trae una nueva vida que el Espíritu nos la otorga. Es una vida sobrenatural, la vida de hijos de Dios. Una vida que supera en mucho la vida natural que ya tiene todo hombre. La gran noticia para nosotros es que es una vida eterna. No todo termina aquí.

2)  Para pensar

Sabiendo el valor que tiene la vida eterna la cual nos une a Dios mismo, es posible sacrificar la vida humana por amor a alguien, y más tratándose de la vida de un hijo. Fue el caso de Chiara Corbella, joven católica italiana que puso por delante la vida de su hijo concebido que la suya propia, aquejada de un cáncer.

Nacida en Roma el 9 de enero de 1984, Chiara Corbella creció en una familia católica. En un viaje a Medjugorje conoció a Enrico Petrillo, sintiendo que sería su futuro marido, como así fue: se casaron seis años después. Sus dos primeros hijos murieron apenas al nacer. El tercero, Francesco, nació completamente sano. Estando embarazada del cuarto hijo le detectaron un cáncer a ella, pero al saber que si se sometía a un tratamiento, ponía en peligro la vida de su hijo, decidió esperar a que naciera. A los meses de nacer su hijo, Chiara falleció con paz el 13 de junio de 2012. Poco antes de morir tienen un encuentro con Benedicto XVI: junto con su esposo, con serenidad, sonriendo, le cuentan su historia y se confían completamente a la Providencia. El Papa se conmovió mucho, y los bendijo. Ya está avanzado el proceso de beatificación de Chiara.

3)  Para vivir

Paradójicamente fue la herejía la que impulsó a la Iglesia a profundizar sobre el Espíritu Santo, y a definir lo que ahora rezamos en el Credo: que el Espíritu Santo es Dios, Señor y dador de vida, recibiendo la misma adoración y gloria que el Padre y el Hijo. Decir que el Espíritu Santo es “Señor” significa que comparte el «señorío» de Dios, es decir, que pertenece al mundo del Creador, no al de las criaturas, guardando una igualdad con El Padre y el Hijo.

Esa vida eterna nos la otorga el Espíritu Santo con el Bautismo; es a partir de entonces en que nos unimos a Dios y “estamos en gracia”, es la vida de la gracia. Y esa vida sólo puede morir por el pecado. De ahí la importancia del Sacramento de la Confesión por el cual volvemos a entrar en comunión con Dios, y por tanto, a estar en gracia. Por ello dice san Josemaría: “Nada hay mejor en el mundo que estar en gracia de Dios” (Camino, n. 286).

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