Inculturación en China. Amistad es compartir

1)  Para saber

“Los amigos verdaderos son los que vienen a compartir nuestra felicidad cuando se les ruega, y nuestra desgracia sin ser llamados”. Esta frase se le atribuye a Demetrio de Falera, filósofo de la antigua Grecia, quien inventó el oficio de bibliotecario.

En la amistad es natural querer compartir los propios bienes. Y cuando se tiene el bien de la fe, la amistad favorece su transmisión. El papa Francisco se refirió a un sacerdote italiano que a través de la amistad hizo posible que el anuncio de Jesucristo llegara al pueblo chino cuando aún no se conocía. Se trata del venerable Mateo Ricci del siglo XVI, un ejemplo de celo apostólico.

2)  Para pensar

Relataba el papa Francisco que Mateo Ricci, después de haber entrado en la Compañía de Jesús, se entusiasmó por lo que contaban los misioneros sobre el Extremo Oriente. Ya se habían hecho varios intentos para entrar a China sin lograrlo. Entonces Ricci se propuso que los chinos debían conocer a Jesús. Para ello se preparó muy bien, estudiando cuidadosamente la lengua y las costumbres chinas. Luego se estableció por dieciocho años en el sur del país antes de llegar a Pekín, que era el centro de China. Con constancia, paciencia y animado por una fe inquebrantable, Mateo Ricci pudo superar dificultades, peligros, y desconfianzas. ¿Cuál era su secreto? Que siguió siempre el camino del diálogo y la amistad, y esto le abrió muchas puertas para el anuncio de la fe cristiana. Estudió de forma profunda sus textos clásicos, para presentar el cristianismo en diálogo positivo con su sabiduría confuciana, con los usos y costumbres de la sociedad china. Esto se llama una actitud de inculturación, comentó el Papa Francisco.

Su óptima preparación científica, vestido como un erudito, suscitaba el respeto, interés y admiración por parte de los hombres cultos. Por ejemplo, por su famoso mapamundi que les reveló una realidad exterior a China más amplia de lo que imaginaban. Los conocimientos matemáticos y astronómicos de Ricci y de los misioneros que le acompañaban contribuyeron a un encuentro fecundo entre la cultura de occidente y de oriente.

3)  Para vivir

Ser un hombre de ciencia le abrió las puertas a Ricci para dialogar con los hombres de ciencia de China. Pero lo que fue decisivo para que aceptaran la fe fue, junto con la gracia divina, su testimonio del Evangelio, su vida virtuosa y de oración. Porque ante todo, siempre rezaba. Dice el Papa que la oración es la que alimenta la vida misionera, una vida de caridad y ayuda a los otros, con total desinterés por honores y riquezas. Esto llevaba a sus discípulos y amigos chinos a acoger la fe católica. Veían a un hombre tan inteligente, tan sabio, y tan creyente que decían: “Eso que predica es verdad porque lo dice una personalidad que testimonia con su propia vida lo que anuncia”.

Esta coherencia de vida es la que nos toca vivir a todos nosotros, dice el Papa. Porque se puede saber el “Credo” de memoria, pero si nuestra vida no es coherente con lo que profesamos no sirve de nada. Lo que atrae a las personas es el testimonio de coherencia: los cristianos estamos llamados a vivir lo que decimos y de esa manera dar muchos frutos en el mundo.

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