Para muchos cristianos no católicos, sólo la Biblia nos dice la Verdad de Jesús, desdeñando la tradición, pero hay que verla a través de los siglos del cristianismo. Ahora, desde que Gutenberg inventó la imprenta de tipografía móvil (esa que se arma y desarma letra por letra) es que los libros empezaron realmente a estar disponibles para quienes supieran leer y pudieran comprarlos, en este caso la Biblia.
Desde que se popularizó la lectura de libros en el mundo, sobre todo ahora que existen no solamente en papel sino en archivos PDF o en Word, por ejemplo, parece lo más natural que solamente la palabra escrita es válida, y que lo que pasa o pasó de boca en boca no es confiable, y por tanto no creíble. Así, se desprecia la tradición en la vida del cristianismo, pero hay que repasar un poco la forma en que la enseñanza de la Verdad bíblica, evangélica en especial, se trasmitía y enseñaba de generación en generación por muchos siglos.
Para empezar, la tradición fue la forma en que se escribieron dos de los cuatro evangelios. San Juan evangelista narra en su evangelio sus propias vivencias con Jesús y San Mateo también narra sus personales vivencias, pues convivieron con el Maestro. Los otros dos, Marcos y Lucas, narran lo que les contaron de la vida de Jesús, y eso solamente varios años después de que Él subió al cielo, pues ninguno de los dos convivió con Jesús. Y como los evangelios se escribieron años después de que Jesús ascendiera al cielo, de hecho fueron escritos con la fuente de la tradición oral, pues no aparece en la historia algún escrito previo en el que se basaran los evangelistas.
La lectura en tiempos de Jesús y durante muchos siglos después, era un privilegio de quienes tenían acceso a los escritos, muy pocas personas en realidad. Todos los demás conocieron, divulgaron y enseñaron a sus familias, amistades, alumnos y seguidores lo que les fue transmitido oralmente.
A través de varios siglos, en la Iglesia se fueron recopilando y escribiendo las enseñanzas tradicionales que no estaban escritas en los cuatro evangelios y demás textos reconocidos como auténticos del Nuevo Testamento. Pero durante esos muchos siglos, solamente los privilegiados tenían acceso a textos escritos. Primeramente en los conventos hubo monjes dedicados a hacer nuevas copias de las escrituras, eran los “amanuenses”. Pero cuando se pudo utilizar la imprenta, más personas podían tener acceso a libros, claro que siempre y cuando supieran leer. La mayor parte de la gente no sabía. Solamente tras la invención y uso de la imprenta de tipos móviles, desarrollada por Gutenberg, es que los libros pudieron irse popularizando entre quienes tenían acceso al aprendizaje por la lectura. La Biblia fue el primer libro impreso por Gutenberg con su imprenta.
Siendo durante muchos siglos muy pocas las personas alfabetizadas (que saben leer y escribir) y con acceso a libros, es que la enseñanza de la Biblia y de la vida de Jesús y su mensaje se fue transmitiendo por escrito. Y así, la tradición, que era oral, se fue escribiendo por sabios, teólogos, historiadores, principalmente en los conventos y universidades (fruto de la Iglesia) en la Edad Media y siglos posteriores hasta nuestros días.
Toda la enseñanza en general que se dio por ejemplo en la evangelización de América, fue oral, y se transmitía oralmente, pues los libros, en especial la Biblia, eran objetos en poder de pocas manos en relación al tamaño de la población americana. Igualmente la predicación en el Oriente fue oral. Es decir que la evangelización era “tradición”.
Si volvemos al principio de los evangelios, escritos varios decenios posteriores a la presencia del Mesías, y que antes de los mismos sólo se predicaba por la tradición, y pasamos a través de la historia del cristianismo, no hay duda de que la enseñanza se hizo por tradición oral, aunque los predicadores o evangelizadores sí tuvieran a su alcance libros impresos o hasta simplemente copias manuscritas. Es importante insistir en que la enseñanza tradicional, oral, se fue escribiendo y sumando a lo que contenía la Biblia, en su antiguo y nuevo testamentos.
La riqueza de la doctrina cristiana es mucho más de lo que narran los cuatro evangelios y otros libros bíblicos. San Juan Evangelista termina su evangelio con la advertencia siguiente (Jn 21, 24-25): 24 “Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas y las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero. 25 Hay, además, otras muchas cosas que hizo Jesús y que, si se escribieran una por una, pienso que ni aun el mundo podría contener los libros que se tendrían que escribir.” Es muy claro: no todo estaba escrito en las narraciones evangélicas (y recordemos que el suyo fue el último en ser escrito). También escribió Juan lo siguiente: “Muchos otros signos que no están escritos en este libro hizo Jesús ante sus discípulos” (Jn 20,30).
La tradición fue la fuente de la mayoría de los escritos del Nuevo Testamento, los cuatro evangelios, y las epístolas escritas por Pablo, Santiago, Judas y Pedro, por ejemplo, que se pudieron conocer así, escritas, o mucho después el libro del Apocalipsis. Los mismos “Hechos de los Apóstoles” fueron narraciones de tradición en su momento, entendiendo el término tradición en su correcto significado. Y en realidad, insisto, la mayoría de los primeros cristianos nunca tuvieron acceso a esos textos del Nuevo Testamento, sólo escucharon hablar de ellos. Y lo mismo de los libros del Antiguo Testamento, que no podían tener y leer.
Reiterando: no todo está en la Biblia como fue reconocida formalmente por la Iglesia hace ya siglos, la tradición es también parte del saber cristiano. No hay ninguna duda histórica al respecto, la mayor parte de las enseñanzas predicadas por los apóstoles sobre la vida, milagros y predicación de Jesús y sus discípulos era tradición oral, y a eso hizo referencia San Juan Evangelista, sobre todo lo que no se escribió de la vida del Mesías.
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