En abril de 2005 escribí y publiqué la siguiente columna, la historia de su pontificado me dio la razón. Va.
En la homilía de primera misa como Sumo Pontífice Romano, Benedicto XVI recordó a su antecesor, Juan Pablo II con estas palabras, mientras sentía como si le tomara de la mano: “no tengáis miedo”. De alguna forma también nos deja el papa muerto las mismas palabras: “no tengan miedo”.
¿A qué no debemos tener miedo? Precisamente a los temores de mucha gente sobre la personalidad, ideología y liderazgo del nuevo papa y del futuro inmediato de la Iglesia. No tengamos miedo, no pasará nada que dañe a la Iglesia eterna de Jesús, ni pasará nada de parte del nuevo pastor universal que dañe a la humanidad, creyente y no creyente.
El papa de mano dura
Muchos piensan que los cardenales eligieron a un papa dicen “de mano dura”, conservador (hasta ultraconservador) que no abrirá la Iglesia a “las realidades de los tiempos actuales”. Eso les asusta, porque creen que la Iglesia debe abrirse, liberalizarse y ajustar su doctrina a los nuevos tiempos. Pero el papa que ha sido autor del nuevo Catecismo de la Iglesia Católica y guardián de la Fe, no hará cambios doctrinales hacia el mundo. No tengan miedo, los tiempos son los tiempos y la doctrina de la Fe es la doctrina del Evangelio.
El Evangelio es para siempre
No tengan miedo, ya que los principios de la moral de Jesucristo, reveladas a través de la escritura no van a cambiar, no pueden cambiar. La Iglesia bajo la mano del papa Ratzinger no va a ceder los valores universales del hombre a favor de las modas de éticas decadentes del siglo XXI.
No, el nuevo Papa no dirá sí ni al aborto ni a la eutanasia, ni a la homosexualidad, ni al divorcio ni a la clonación humana (por “terapéutica” que se le haga llamar). Tampoco hará concesión alguna para que “no se ofendan” quienes han pretendido cambiar el Evangelio y la enseñanza de la Iglesia que Jesús confió a Pedro y a sus sucesores.
Benedicto XVI o Joseph Ratzinger como quieran llamarlo, no va a cambiar lo que tampoco Jesús cambiaría si se manifestara ante nosotros.
El “aggiornamento” de Juan XXIII no era una puesta al día de la doctrina de la Fe, sino de la vida propia de la organización humana llamada Iglesia Universal, particularmente respecto a sí misma y respecto a su relación con el resto de los cristianos no-católicos y demás creyentes y no creyentes.
Tampoco podemos ni debemos esperar una puesta al día de la doctrina cristiana porque en el mundo en el que ahora vivimos están de moda desviaciones de los valores humanos que el hombre ha conocido, afirmado y defendido a través de los siglos. No hay nada que actualizar, porque dicha actualización sería un vergonzoso retroceso.
No porque una debilidad humana está de moda debemos ceder ante ella. Cada época ha sido moderna en su momento, pero han pasado y quedado en la nada, y la que ahora vivimos al albor del siglo XXI también pasará. ¡No somos el centro de la historia! no se hagan ilusiones, pensando que la Iglesia debe acoplar su enseñanza a las debilidades humanas que nos acompañan, y que muchos desean imponer por la fuerza de la necedad.
Benedicto XVI seguirá defendiendo la vida desde la concepción hasta la muerte natural, seguirá oponiéndose a la guerra como forma de dirimir conflictos con la misma energía con que Juan Pablo II se lo dijo a quienes armaban la guerra en Irak. No, ni este Papa ni ningún otro que hubiera sido electo lo habría hecho.
El Evangelio, y la enseñanza de vida cotidiana que se desprende de él como valores universales del hombre y deseo de Dios son para siempre. Cuando Cristo nos ofreció permanecer con su Iglesia hasta el fin de los tiempos, lo ofreció tanto como Padre que como Maestro, cuyas enseñanzas son para siempre, no para dejar que se cambien para dar gusto a los timoratos, a los que tienen miedo de que su Iglesia “quede mal” con el resto del mundo o con sus ovejas de conciencia tan laxa que llegan a contradecir lo que dicen creer.
No tengamos miedo al conservar los principios evangélicos tal como nos fueron enseñados hace más de veinte siglos, no estaremos obrando mal.
Latinoamérica y Europa
Tampoco tengamos miedo de que un papa alemán vuelva sus ojos a su Europa, ya que ésta requiere atención por su ateísmo creciente, producto de la buena vida que da la civilización de que gozamos.
No tengamos miedo de nuestra América Latina, el nuevo papa europeo, como el anterior, seguirá con nosotros, y la Iglesia en América sabrá apoyarlo para abrir la enseñanza de Cristo a todo el mundo. Los católicos latinoamericanos no somos niños sino adultos, y bien podemos ayudar al nuevo Papa sin sentirnos huérfanos.
La Iglesia con los pobres
No tengamos miedo de que la Iglesia no esté con los pobres, porque no le gusten los métodos de estudio ni algunas políticas sociales de la Teología de la Liberación. Cuidado con los errores de conducta, es lo que los papas recientes han realmente señalado a los teólogos de la Liberación, el cristianismo no necesita del marxismo para saber qué pasa en la sociedad, hay suficiente ciencia social en el mundo para saberlo y hay suficiente experiencia pastoral y de ayuda al necesitado para asistir a los pobres; si no lo creen, vuelvan la vista a la obra de la Madre Teresa de Calcuta.
Ante otras religiones e ideologías
No tengamos tampoco miedo de alejarnos de las otras religiones cristianas, ya que desde ahora Benedicto XVI habla de reforzar el diálogo entre todos los cristianos del mundo en primer lugar y de todos los creyentes en siguiente plano, respetando al judaísmo como antecesor del cristianismo. Tampoco tengamos miedo de alejarnos del no creyente: Joseph Ratzinger recibirá a marxistas y otros ateos.
En fin, no tengamos miedo del cardenal alemán electo Papa Benedicto XVI, Cristo prometió estar con nosotros siempre, y el Espíritu Santo guiará su mente y su alma para apacentar el rebaño conforme a las necesidades de estos tiempos.
Enero de 2023: y así fue el papado y el retiro del Papa Emérito Benedicto XVI. No había que tener miedo, sino plena confianza, su vida eclesial lo justificaba.
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