Hace 50 años estuvo en México uno de los santos más representativos del siglo XX, san Josemaría Escrivá. Vino atraído, como tantos otros hombres de Dios, por la Virgen de Guadalupe. En efecto, como dijo Benedicto XIV, un papa del siglo XVIII refiriéndose al “hecho guadalupano”: “no ha hecho cosa igual con otra nación”. No son pocos los santos que han venido a postrarse a los pies de la Virgen.
San Josemaría lo hizo, y a 50 años de distancia podemos tener una cierta perspectiva para valorar los frutos de su oración ante la Virgen. ¿Qué ha sido de las intenciones que bullían en su interior y que de cierta forma le obligaron a dejar Roma y cruzar por primera vez el Atlántico para orar frente a la Tilma de Juan Diego? Sabemos que Dios no es el genio de la lámpara, atento a cumplir nuestros deseos, y que para Él “mil años son como un día y un día como mil años”, pero también que siempre nos escucha, más si le hablamos a través de su Madre, como deja admirable testimonio el primero de sus milagros, según nos narra el evangelio. ¿Qué fue de esa oración? ¿Fue escuchada? ¿Tenemos alguna pista?
San Josemaría realizó una novena de oración en la antigua Basílica de Guadalupe del 16 al 24 de mayo de 1970. Testigo de esa novena fueron cinco personas, de las cuales solo una queda viva. Testigo privilegiado de aquella oración fue don Javier Echevarría, con el tiempo obispo prelado del Opus Dei, su segundo sucesor. A él personalmente le escuché alguna ocasión decir que fue una de las más, si no la más subida oración del santo. Él tuvo la clarividencia de transcribir la oración que san Josemaría iba haciendo en voz alta a la Virgen, intercalada entre los misterios del rosario que rezaban. Gracias a él sabemos algunas de las intenciones por las que San Josemaría pidió expresamente aquellos días.
A grandes rasgos, podrían resumirse en tres sus intenciones principales: la paz del mundo, la Iglesia, y la institución por él fundada, el Opus Dei. Eran años difíciles de la Guerra Fría, donde las potencias mundiales enseñaban los músculos, haciendo amago de usar su poderío nuclear, o exportando la revolución a los confines del planeta. Eran los años de plomo del postconcilio, caracterizados por una dolorosísima pérdida de vocaciones. Cerca de 17 mil sacerdotes colgaron la sotana y 25 mil religiosos abandonaron los hábitos; había una crisis práctica de desobediencia al papa dentro de la Iglesia y un gran desorden moral. Parecían cerrados todos los caminos para alcanzar la estructura jurídica adecuada para el Opus Dei dentro de la Iglesia. Como se ve, no le faltaban temas para pedir humildemente a los pies de la Virgen.
En las transcripciones de su oración consta que pidió por la conversión de Rusia, por el fin del comunismo, por la libertad religiosa en los países del este de Europa. A 50 años de distancia vemos que eso es una realidad, y uno de los presentes en esa novena pudo rezar el rosario en la Plaza Roja de Moscú, ciudad donde ya hay casas del Opus Dei, así como en casi todos los países que estaban del otro lado del “Telón de Acero”. La dolorosa crisis postconciliar de la Iglesia llegó a su fin durante el pontificado de un papa profundamente mariano, peregrino también de la Virgen de Guadalupe, san Juan Pablo II. El Opus Dei alcanzó su configuración jurídica definitiva en 1982, después de la muerte de su fundador. La tensión por la Guerra Fría se disipó con la caída del Muro de Berlín y la “Revolución de Terciopelo”, entre 1989 y 1991. San Josemaría, a partir del cuarto día de su novena, dijo que la Virgen ya lo había escuchado, y comenzó a dar gracias.
¿Falta algo por cumplir? Sí. En el último día de su novena, al calor de los misterios del rosario, va haciendo una petición concreta por cada uno de los continentes. Al tocarle el turno a Asia pide muy especialmente por China y la libertad de practicar la fe en ese país. Aunque a partir de los años 80 del siglo XX –bajo el mandato de Deng Xiaoping– se suavizó un poco el férreo control del estado, últimamente con Xi Jinping se está recrudeciendo la persecución contra los cristianos en ese país. Es una asignatura que tiene todavía pendiente la Virgen. A 50 años todavía quedan temas para rezar, San Josemaría celebra su fiesta el 26 de junio, hagamos eco a la oración de su novena.
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