A mi manera

A mi manera

En el podcast pasado analizamos como, la soberbia y rebeldía de un solo fraile, rompió y ensangrentó la cristiandad. Desde entonces, los errores más nocivos de Lutero han sido ampliamente difundidos a través de múltiples revoluciones y movimientos que han ido infiltrando nuestras más importantes instituciones. En diferentes países y fechas, dichas revoluciones, han tenido como objetivo principal, la destrucción de la Santa Iglesia Católica y Apostólica, tan odiada por Lutero.

El sociólogo belga Léo Moulin describe la astucia de los enemigos de la iglesia de la siguiente manera: “la obra maestra de la propaganda anticristiana es haber logrado crear en los católicos, una mala conciencia, infundiéndoles la inquietud, cuando no la vergüenza, por su propia historia. A fuerza de insistir, desde la Reforma hasta nuestros días, han conseguido convenceros de que sois los responsables de todos o casi todos los males del mundo. Os han paralizado en la autocrítica masoquista para neutralizar la crítica de lo que ha ocupado vuestro lugar… habéis permitido que todos os pasaran cuentas, a menudo falseadas, sin discutir. No ha habido problema, error o sufrimiento histórico que no se os haya imputado. Y vosotros, casi siempre ignorantes de vuestro pasado, habéis acabado por creerlo, hasta el punto de respaldarlos”. Y es que nuestra ignorancia, complementada con nuestra indiferencia y aunada a nuestro empeño por adaptarnos al espíritu de los tiempos a través de la búsqueda de la novedad; ha causado entre nosotros un gran complejo de culpa que, bien azuzado por los hijos de las tinieblas, nos ha llevado al repudio de nuestro pasado y de ahí a la auto demolición, que en 1974 lamentara públicamente el Papa Pablo VI.

Y es que la vana ilusión de hacer que la doctrina y el culto de la Iglesia fuesen más atractivos, tanto para los protestantes como para el mundo moderno en general, nos llevó a suprimir mucho de la tradición heredada, dejando en su lugar un vacío que ha sido artificialmente llenado por nuevas expresiones, carentes del profundo sentido espiritual de los elementos de antaño. Además, dispuestos a establecer un “diálogo con el mundo”, encerramos bajo llave las enseñanzas que éste más odia, pasando rápidamente, de no combatir los errores del liberalismo, a abrazar muchos de esos errores, lo que ha resultado en; la pérdida de un número considerable de fieles, el aumento de divisiones entre nosotros y el que la mayoría de los católicos viva prácticamente como si fuesen protestantes, creando cada uno su propia “secta” al interior de la iglesia, eligiendo, como si de un menú se tratara, que dogma creer y que enseñanza del magisterio seguir.

Debido a la preminencia que, actualmente, se le da al juicio individual, la cuestión moral es considerada como un proceso dinámico en el cual, las intenciones, sentimientos y circunstancias son capaces de “transformar” un acto intrínsecamente malo, en un acto, al menos justificable, del que podemos sacar “bienes”. Por ello, vemos crecer la indulgencia ante los pecados mientras se justifican llamando bien al mal. Desafortunadamente, hasta en las homilías (con la justificación de no molestar a los fieles y provocar que no vuelvan) se evita explícitamente hablar de los pecados mortales más aceptados entre los católicos tales como: el adulterio (divorciados vueltos a casar) la anticoncepción y las relaciones prematrimoniales, entre otros. Rara vez se menciona la obligación de los fieles de asistir a misa todos los domingos y fiestas de guardar y menos aún, de la necesidad de estar en gracia para recibir la Sagrada Eucaristía. Mientras tanto, se habla apasionadamente de las causas sociales y ecológicas, promoviendo la amabilidad y un afecto por el prójimo puramente superficial, tratando artificialmente de compensar nuestra falta de caridad, virtud que, al estar siempre unida a la Verdad, hemos dejado de practicar.

Si actualmente pensamos que, entre los católicos y los protestantes, las similitudes son mayores que las diferencias, no es porque los protestantes se estén acercando a la sana doctrina, sino porque el liberalismo (hijo de los múltiples errores de Lutero) se ha paseado por décadas por nuestras instituciones esparciendo sus yerros. Esto es manifiesto, ya que de acuerdo con una encuesta realizada en el 2017 en Europa Occidental, por el Centro de Investigaciones Pew, muchas de las controversias teológicas que surgieron a raíz de la Reforma protestante y que antaño se consideraban insalvables, son ahora nimiedades a los ojos de muchos católicos. No en balde muchos dogmas y enseñanzas morales de la iglesia son rechazados hoy en día por la mayoría de los católicos que siguen los pasos no sólo de los protestantes, sino de las ramas más progresistas de los mismos.

De defender firmemente el dogma: “extra Ecclesiam nulla salus” (fuera de la iglesia no hay salvación) pasamos al error luterano; Cristo sí, iglesia no y de ahí, a todos los caminos llevan al cielo, pues, parafraseando a Voltaire; creemos que todo hombre es libre para ir al Cielo por el camino que más le acomoda. Al grado de escuchar, hasta de la boca de obispos y medios conservadores, que el catolicismo es “el camino privilegiado”, mas no el único, para alcanzar la gloria eterna. Hemos olvidado que Cristo dijo: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por Mí” (Juan14:6) Y que, como nos recuerda San Cipriano, uno de los grandes doctores de la iglesia: “No puede tener a Dios como Padre quien no tiene a la Iglesia como madre”.

Sin embargo, no podemos perder la esperanza. El modernismo, al ser la suma de todas las herejías, como lo definiera Pio X, solo ha producido fealdad, desorden, soledad, incertidumbre y desesperanza. El hombre tiene sed de la belleza, la verdad y del bien; en otras palabras de Dios. Por ello, son cada vez más quienes están buscando el camino de regreso a las fuentes profundas y claras de la tradición.

Parafraseando a Carlos V: los errores del liberalismo han pervertido nuestra fe, diluido nuestras enseñanzas, deformado el dogma y vulgarizado el culto. Ante esto, debemos estar dispuestos a emplear todos los medios a nuestro alcance; nuestros amigos, nuestro cuerpo, nuestra alma, nuestra sangre, nuestra vida y nuestra alma; porque sería gran vergüenza a mí y a vosotros, que nos preciamos de seguir a Cristo, defender y proteger la Fe Católica, que en nuestros tiempos la herejía del liberalismo siga expandiéndose, por nuestra negligencia, en nuestras mismas filas, para disminución de la Religión Cristiana con gran daño a nuestros hijos. Yo os digo, que me arrepiento de haber tardado tanto de proceder contra la falsa doctrina, habiendo así faltado a la caridad de todos aquellos hermanos, por el bautismo, que están en el error. Estoy dispuesta a luchar por instaurar todo en Cristo. Y requiero que vosotros os declaréis en este hecho como buenos cristianos; y que estéis decididos a obrar, cada uno desde vuestra trinchera y en la medida de vuestras posibilidades, como hijos de Dios que sois, por el bautismo.

“Exurge Domine et judica causam tuam”. “Levántate Señor y defiende tu causa”. (León X)

 

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