Aborto: El gran fracaso (Primera Parte)

Ciertos legisladores y otras organizaciones insisten en despenalizar y legalizar el aborto, es decir, dejar sin sanción la muerte premeditada de los no nacidos.

La Iglesia en sus enseñanzas no pide tanto un castigo terrenal para quienes asesinen a sus hijos o a los hijos ajenos no nacidos, sino descubrir en la legislación su inmenso error, porque muchas personas admiten como Moral o Inmoral aquello que permite o impide la ley y en este caso defienden que lo legal no es moral, que el aborto, aunque esté permitido, es un mal.

¿Me equivoco?

El aborto es un asesinato y las leyes que lo amparan, una cooperación en el crimen. Despenalizar el asesinato es tener muertos a granel. Éste no es un problema simplemente de moralismo católico, que es el grande error situarlo ahí.

El rechazo de la Iglesia a estas leyes es un reconocimiento de los procesos íntimos más científicos de la vida y del derecho, eso sí, reconocido desde los ángulos de la fe, el derecho de Dios que le ha dado origen a la vida. Él es el Señor de la vida.

¿Cómo puede ser justificado el acto criminal de una madre que decide asesinar al bebé que tiene en sus entrañas?

Las leyes que amparan el aborto no han funcionado a favor de las mujeres, sino todo lo contrario, han levantado un monumento a la irresponsabilidad del varón y han creado una fuerte presión social para que la mujer se vea obligada a abortar, a menudo contra su voluntad. Son leyes que han desamparado a la mujer que quiere ser madre ante las presiones del ambiente o le han abierto el camino para convertirse en asesina del propio hijo.

En distintas naciones del mundo se vive una preocupación especial por la defensa de la naturaleza, de la fauna y de la flora. Muchas comunidades se declaran en emergencia cuando las ballenas llegan a morir a las playas o se señala y se condena a los cazadores de especies en vías de extinción. Estas causas, comprensibles, priman sobre la defensa de la vida humana, dejando en evidencia que los animales se valoran más que los seres humanos en gestación.

Se niega que el aborto sea un asesinato y se denomina como “simple interrupción del embarazo”, justificando que el ser concebido no supone la existencia de una nueva persona, dejando un inmenso vacío en algo tan fundamental como el saber cuándo comienza la vida humana. ¿Será en el parto? ¿Será a las doce semanas de la concepción? ¿En qué momento de ese día en que se cumplen las doce semanas? Y entonces ¿Qué era? ¿Un ser vivo? ¿Un camarón? ¿¡Qué es!? ¿Cómo se califica al que respalda la muerte ajena, al que la legaliza, al que alienta? Preguntas simples que los pro-abortistas no quieren responder.

Unos pocos poderosos desde los altos tribunales, los gobiernos, los científicos y los medios de comunicación han destruido la conciencia de lo que es el bien en defensa de la vida humana desde la concepción. El aborto es el gran fracaso de la política moderna que optó por eliminar al inocente y al indefenso, exonerando la responsabilidad al culpable.

Hoy, la ciencia nos muestra que la primera célula del ser humano tiene un código genético propio, único e irrepetible, una identidad, y que se desarrollará plenamente si no se le extermina antes.

Muchas veces se califica de retrógrado al que no está de acuerdo con la liberación del aborto. La Iglesia ha sido acusada de anquilosamiento por defender la vida desde el mismo instante de la concepción. El debate del aborto es tan elemental que los abortistas se autodenominan de izquierda, de avanzada, progresistas y vanguardistas; entre tanto, a quienes defienden al ser humano no nacido, se les tacha de conservadores, fundamentalistas y anacrónicos.

La defensa de los niños no nacidos no admite categorías politiqueras y pseudo-ideologías. Es una pobreza mental creer que ser de izquierda exige dar la facultad de practicar abortos y acabar con la vida de los seres más indefensos. Llamarse “progresistas” porque se es capaz de superar las barreras objetivas de la moral es un modo muy pobre de entender el progreso.

Hay grupos que se autodenominan católicos y cristianos y defienden el aborto.

¿Cómo es posible esto?

 

@voxfides

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