“Civilizar es influir poderosa y fuertemente en el género humano para que se desarrolle armoniosa y convenientemente”.
El 1 de abril se cumplieron 93 años del martirio de Anacleto González Flores, que es un héroe de Dios, pero lo es igualmente de la patria, pues era un enamorado profundo de México y de su libertad, buscaba la justicia social, pero por caminos diferentes a los de la revolución, porque no veía en el obrero sólo un elemento de productividad que como contraprestación debería tener una justa remuneración, sino además tener acceso al conocimiento de sus derechos como persona, y a una educación y formación que le hiciera tener conciencia de ser portador de un destino trascendente, como hijo de Dios, creado no sólo para esta vida sino para la eternidad, y por ello luchó para desarrollar un sindicalismo que defendiera todos los derechos del hombre y no un sindicalismo demagógico que defendiera los derechos de sus líderes y fuera un instrumento de los gobiernos revolucionarios para controlar a la población.
Es desde luego Anacleto un personaje ejemplar, cuya personalidad fascinante y su pensamiento muy original puede ser analizada desde tantos ángulos que resulta un reto hacerlo, es una persona que es plenamente libre porque se ha conquistado a sí mismo para Dios y quiere hacer partícipes de esa conquista a los demás hombres enseñándoles el camino para lograrlo, teniendo una gran fe en la juventud y proyectando ese sentimiento con un sentido social y místico a la vez, sin perder nunca contacto con los más sencillos y manteniendo siempre una alegría natural, un gusto por la música, por la contemplación de la belleza, y un amor por la cultura.
Pero además Anacleto es un hombre universal, que cree en el hombre y ve en la civilización una obra de Dios y sobre esto habla en diversas obras y afirma en las sugerentes frases lo siguiente:
“Voy a hablar del ideal más noble y más santo de todos cuantos existen, a saber: la civilización”.
“La civilización no es más que la verdad aplicada hasta sus últimas consecuencias en la vida del género humano”.
“Civilizar es influir poderosa y fuertemente en el género humano para que se desarrolle armoniosa y convenientemente”.
“Es Dios que ha querido fijar un término a todas las razas y que ese término sea la civilización, es la humanidad entera, que, empujada fuertemente por el torrente de los siglos, busca con ansia indescriptible y con afán delirante una cumbre: la del progreso”.
“El retorno a Cristo es ineludible si se quiere ir a la civilización”.
Anacleto luchó contra la persecución fanática que llevaron a cabo los gobiernos revolucionarios, sobre todo el de Plutarco Elías Calles contra la libertad de los mexicanos, no sólo en lo referente a la libertad religiosa sino a todas las libertades.
Anacleto González Flores soñaba con un México que sería grande por la transformación interna de todos sus ciudadanos en hombres plenamente conscientes de su responsabilidad social, como una aplicación práctica de la caridad evangélica que lucharían pacíficamente contra todas las tiranías y así se alcanzaría el verdadero progreso y la justicia social en México.
Anacleto por ser totalmente congruente con su pensamiento fue cruelmente torturado y asesinado en una farsa de juicio, que enfrentó gallardamente hasta el final, perdonando a sus verdugos y por eso su espíritu perdura, y Vasconcelos que fue su contemporáneo lo reconoce así y en su libro “La Flama” lo plasma en el siguiente coro:
“¡Hosanna Anacleto! ¡Canten por ti los celestes coros! ¡México, por él mantienes tu puesto en la familia inmortal de los pueblos elegidos porque produces mártires y santos!”
Cómo hace falta conocer a personajes de nuestra historia de esta talla, si éstos fueran los modelos de nuestra juventud tendríamos gobiernos, empresarios, y ciudadanos en general que con verdadera cabalidad trabajarían por el bien de todos, y seguramente tendríamos una nación muy diferente, justa y culta, que nos permitiría enfrentar con mucha mejor capacidad esta crisis que un simple organismo microscópico nos está llevando a vivir.
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