Desde aquí, su amigo el Padre José Luis Bautista González, en “Una Mirada en la Historia”:
Desde hace dos semanas iniciábamos este “tiempo cuaresmal” con la recepción de la ceniza. Cada “Miércoles de ceniza” iniciamos la Cuaresma, que consiste en un acto de humus, de humillación.
Esto tiene una reminiscencia en el pueblo judío. Cuando alguien estaba triste y arrepentido de sus faltas, tenía varios gestos externos: se sentaba sobre ceniza, se ponía un sayal rugoso, ayunaba y se cubría la cabeza con ceniza.
Hoy, yo no sé porque la funcionalidad de nuestra Iglesia pone un sellito en la frente. Pero más bien es como hace 30, 40 años se nos ponía ceniza sobre la cabeza, bajo dos consignas: la primera, esa frase lapidatoria del capítulo 3, versículo 19 del Génesis, “Recuerda que polvo eres y en polvo has de retornar”. Eso me hace recordar los Anales de la Historia, cuando un general romano llegaba por la Vía Apia venciendo a los ejércitos, un esclavo le sostenía una corona de laurel en la cabeza y le decía en cada momento: “Recuerda que eres un ser mortal”; es decir, “que la gloria de hoy no se te suba a la cabeza”; todos nos vamos a ir, ricos y pobres, estudiosos o no estudiosos, blancos o negros. Por eso hay que recordar el “memento mori”, momento de la muerte. Pero este “memento mori” está unido a la consigna de Marcos, Capítulo 1, versículo 15, “Arrepiéntete y cree en el Evangelio”.
Por tanto, todo “camino cuaresmal” tiene un punto inicial y punto final; punto inicial: “Miércoles de ceniza”; punto final: la Vigilia Pascual.
Por eso, el “camino cuaresmal” es reavivar, reactivar la fe, con el sentido exclusivo de convertirnos de aquello que no agrada a Dios. Por eso, la Primera lectura del “Miércoles de ceniza” era “en nombre de Cristo les pido que se reconcilien con Dios”.
Y aunque el “tiempo cuaresmal” inició en el siglo III de la era cristiana y se consolidó en el siglo IV evocando los 40 años que estuvo el pueblo de Israel en el desierto, los 40 días de ayuno de Elías y los 40 días de ayuno de nuestro Señor Jesucristo, ¿cuáles son los medios que la Iglesia nos ofrece?
Primer medio, intensificar la vida de oración. Si nosotros no somos hombres y mujeres dialogales, no llegaremos a una verdadera conversión.
Segundo, practicar obras de mortificación, recordando que la mortificación es el mortichere, darse muerte a sí mismo, y NO al estilo “harakiri”, como los japoneses: privaciones voluntarias de aquello que nos gusta y nos agrada, ayunos verdaderos, claro, siempre bajo la sugerencia de nuestro confesor y director espiritual.
Y tercero, como estamos en el “Año de la Misericordia”, intensificar obras de misericordia, tanto corporales como espirituales. Dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo; y obras de misericordia espirituales: enseñar al que no sabe, consolar al que está triste, y otras obras que nos pueden ayudar precisamente a entender todas las necesidades de los hermanos y a sensibilizarnos.
Porque, si Dios ha borrado nuestro pasado y nos ha perdonado, ¿quiénes somos nosotros para no comprender y no perdonar al hermano?
Éste es el “camino cuaresmal”. Ojalá lo aprovechemos plenamente para que la Vigilia Pascual, después de que el sacerdote nos interroga sobre nuestra creencia en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo y la Iglesia, nos rocíe con agua bendita, nos ayude precisamente a sentirnos orgullosos de pertenecer a nuestra Iglesia católica.
Muchas gracias.
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