Católico y Pro-Vida ¿hipocresía escondida?

Los “memes” constituyen un “lugar cultural”, reflejo del pensamiento generalizado, la plataforma a través de la cual los millennials, y no solo ellos, proyectan su visión del mundo y de la vida. Habitualmente son poco serios, como es poco serio el pensamiento dominante. Pero, en ocasiones también, pueden “dar en el clavo” y expresar un pensamiento profundo. Sin embargo, también pueden ser una fácil despensa para descalificar sin argumentos al contrincante, con un rápido golpe de vista.

En la actualidad, si alguien quiere difundir sus ideas debe estar presente en las redes sociales; en ese caso es muy útil estar pertrechado con un buen acervo de “memes” para respaldarlas y darles peso. Quienes defienden la “cultura de la muerte” o, eufemísticamente, quienes consideran que todo tiene un precio, incluso la vida humana, suelen ser creativos para descalificar con rapidez a sus contrapartes “pro-vida”, sirviéndose, entre otras cosas, de los “memes” adecuados.

Un lugar común, hábilmente convertido en “meme”, es presentar a la postura “católica” muy preocupada por la vida, pero despreocupada de los pobres. Así vemos a católicos pro-vida convenciendo a una chica de que no aborte, para abandonarla una vez que ha dado a luz, teniendo como resultado trágico un “incremento de la pobreza”. En efecto, ahora hay más pobres, y los que ya lo eran, ahora lo son más, pues con su exiguo sueldo, en vez de tener que alimentar una boca, deben hacerlo con dos o más…

Fácil descalificar entonces de un plumazo y evidenciar la “hipocresía” escondida en la actitud “pro-vida católica”. Ahora bien, dicha caricatura da por supuestas varias cosas y tiene unos argumentos implícitos escondidos nada banales. En primer término y de forma tan evidente que suele pasar desapercibida, es que al ofrecer el aborto como solución a la pobreza, en realidad está queriendo terminar con la pobreza acabando con los pobres. Esto sería equivalente, por ejemplo, a esterilizar a todos los pobres para acabar con la pobreza. ¿Acabe con la pobreza? Presumiblemente sí, ¿fue una solución ética? Lo dejo a la conciencia del lector. En cualquier caso, no sé si es una presunción equivocada, supongo que los pobres prefieren, en líneas generales, vivir y ser pobres a no vivir. Si no fuera así habría suicidios masivos en las zonas deprimidas del planeta, o nadie perseguiría el asesinato de los pobres.

Otra asunción infundada, es decir que determinada persona es “pro-vida” por ser católico, como una forma de binomio indisoluble o combo religioso-político necesario. Es cierto que uno puede ser católico y a la vez pro-vida, y que no se puede ser buen católico sin ser pro-vida. Pero no necesariamente soy pro-vida por ser católico. Una muestra contundente es la masiva participación evangélica en las marchas pro-vida, pero también lo es el hecho de que una persona de cualquier religión: budista, judía por ejemplo, o carente de ella, puede apoyar la causa pro-vida. En el fondo, ello se debe a que el motivo profundo que nos lleva a defender la vida humana y, consiguientemente, la dignidad del hombre, no es puramente religioso sino ético, y por eso mismo de índole filosófica, antropológica y civil: La conciencia de la intangible dignidad de la vida humana, que me lleva a considerarla como un bien no disponible, a no someterla a otros intereses (como sería el interés económico de acabar con la pobreza).

Esta caricatura haría de los católicos simplemente “delegados” de los obispos, una especie de marionetas que siguen consignas sin pensar, cuando sucede precisamente lo contrario: tomar conciencia de nuestra común dignidad como personas y ciudadanos nos conduce a no sentirnos con la autoridad de decidir quién tiene derecho a vivir o no, menos sobre la base de una aceptación previa. El derecho a venir al mundo no puede supeditarse a un “índice de popularidad”: sólo tengo derecho a nacer si previamente “me aceptan”.

Pero quizá la mayor injusticia sea decir que los católicos nos preocupamos de “fabricar pobres”, pero no nos preocupa terminar con la pobreza. La inmensa cantidad de obras realizadas por personas católicas o por instituciones de la Iglesia Católica se vuelve, por decreto, “invisible”. Las estructuras de ayuda social católicas son inmensas en todos los rubros: desde atender a enfermos de SIDA a dar apoyo a los inmigrantes; desde rehabilitar a mujeres que en situación de extrema pobreza acuden a la prostitución, a ofrecer alimentos y albergue a los “sin techo”. Es, sencillamente, una mentira, pues no hay ninguna institución en el mundo que hoy por hoy, ya sea corporativa, institucional o a título personal de sus miembros, haga tanto por los pobres como la Iglesia Católica, por más que muchos no se cansen de hacer “memes” sobre las “riquezas” de la Iglesia. Con frecuencia dichas “riquezas” en realidad muestran el fecundo patrimonio cultural que el catolicismo ha proporcionado a la humanidad.

 

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