En esta temporada de Navidad son normales y abundantes los encuentros entre familiares, amigos y compañeros de trabajo; muchas de estas reuniones se convierten en encuentros de pequeñas (o grandes) comunidades cristianas cuando el motivo de la reunión es la fe en Cristo, y la alegría de convivir con quienes comparten dicha fe.
Es un tiempo en el que las vacaciones permiten viajar a distintas ciudades, y convivir con personas cercanas después de mucho tiempo, y el encuentro con esas comunidades cristianas distantes nos hacen experimentar la gran comunidad de fe que atraviesa y fortalece las comunidades de sangre y amistad sin reparar en fronteras estatales, regionales o nacionales.
Un hermano y su esposa atendieron una invitación familiar y se encontraron con la celebración de una posada tradicional, que inició con la meditación de los misterios y el rezo del Rosario, además del peregrinaje y cantos asociados, reviviendo una tradición de muchos siglos que continúa fortaleciendo la identidad cristiana de las comunidades.
En otra reunión familiar terminé junto con mi esposa siendo parte del elenco de la sagrada familia, los ángeles, los pastores y los reyes, ya que los hijos y primos prepararon la representación del misterio de la encarnación por parte de los adultos; sorprendidos y agradecidos, posteriormente participamos en la petición de posada, la piñata y la cena.
También el encuentro con entrañables amigos en distintas ciudades nos permitió orar juntos, vivir el ágape, compartir nuestra esperanza, y encomendar nuestros afanes en la víspera de una nueva década tratando de dar testimonio cristiano en nuestras distintas responsabilidades familiares, profesionales, sociales y políticas.
Hoy en la celebración de la Epifanía tuve la gracia de compartir con otros amigos la eucaristía en un templo dedicado a san Timoteo en Arizona, donde su arquitectura resalta de manera especial la comunidad cristiana. En la pared de fondo se encuentran imágenes de santos alrededor del altar en tamaño natural. Mientras que el espacio para los fieles incluye un piso deprimido y un mezzanine (a nivel de calle) que se conecta con laterales tipo auditorio en un semicírculo frente al altar. Además, el templo cuenta con un salón especial que es como un relicario gigante, ya que cuenta con las reliquias de múltiples santos, desde los apóstoles, hasta los santos más conocidos y recientes que nos permite reflexionar sobre la única gran comunidad cristiana.
Los viajes fácilmente se convierten en peregrinación cuando se reflexiona sobre las motivaciones profundas que nos hacen hacer lo que somos y hacemos. Cuando nos hacemos conscientes de que la manifestación divina en el pesebre, nos interpela, nos busca el rostro y espera una respuesta. Como la adoración de los pastores que acudieron al llamado y regresaron cantando y dando gracias por lo que habían visto; o como los magos de oriente que emprendieron el camino de búsqueda del niño Dios para ofrecerle regalos.
Al iniciar una nueva década, ¿qué adoración, qué alegría, qué camino de búsqueda o qué regalo podemos presentar?
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