Pregunta Majo: “Le quiero pedir ayuda. Necesito fe para creer en la comunión espiritual. Me cuesta mucho participar en la misa de manera virtual por la comunión. Quiero creer en que sí recibo a Jesús y que Dios está conmigo cuando hago la comunión espiritual, pero me falta fe. ¿Me podría recomendar alguna lectura o algo para entender qué es la comunión espiritual?”.
La inquietud de Majo refleja el sentir de multitud de católicos practicantes. Estamos incompletos, nos falta algo o, mejor dicho, Alguien muy importante, más aún, esencial para nuestras vidas, lo más importante. Con las limitaciones que nos ofrece el mundo tecnológico, a la par veloz e inmediato, pude responderle, a vuelapluma, lo siguiente:
1) La comunión espiritual, lógicamente, no sustituye a la Eucarística. La presencia de Jesús en la Eucaristía es absolutamente singular. Solo ahí está Jesús verdadera, real y sustancialmente, con todo su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.
2) La comunión espiritual es una devoción muy recomendable, que fomenta en nosotros el deseo de recibir a Jesús, el deseo de estar en comunión con Dios, que es el fin y el fruto de la vida interior.
3) Dios actúa en los sacramentos, pero no se ata las manos a ellos. Por ejemplo, en Japón sobrevivieron ocultos los cristianos 200 años sin sacerdotes y por tanto sin eucaristía (los famosos “Kakure Kirishitan”).
4) Por eso también hay que pedir por el fin de la enfermedad. De hecho, ya hay una misa muy hermosa para pedir por el fin de la pandemia (fue la misa que celebré hoy). Pues se trata de una situación irregular, en la que, a los males físicos y económicos se une esta dolorosa carencia espiritual.
5) Pero no olvides que nada escapa a la Providencia de Dios. Dios ha permitido esta situación, Dios nos da los medios extraordinarios para que alcancemos la unión con Él en medio de ella. Otra cosa sería caer en la “mística hojalatera” de la que hablaba san Josemaría; es decir, buscar a Dios en otras condiciones ideales, que de momento no se dan, y culpar a la situación externa de nuestro escaso amor. Por el contrario, hay que atenerse, sobriamente, a la situación real que vivimos, que es donde tenemos toda la gracia de Dios para encontrarlo y amarlo.
6) Por eso, ahora conseguimos la unión con Dios utilizando los medios que tenemos a mano, como la comunión espiritual, y la falta de comunión eucarística nos ayudará a valorarla más cuando sea posible recibirla, de forma que esta “dieta espiritual” nos hará bien. Nos ayuda a valorar aquello a lo que quizá nos habíamos acostumbrado y a fomentar en nuestra alma un deseo de Dios, que deberá ir creciendo a lo largo de nuestra vida, sean cuales sean las situaciones en las que nos encontremos, hasta saciarse definitivamente, cuando nos encontremos cara a cara con Él, en el Cielo.
7) Digamos que, desde una perspectiva de infancia espiritual, ahora Él está “jugando a las escondidillas”, y nos toca seguirle “el juego”, mientras le pedimos que termine pronto. Es una verdad de fe que, en toda situación, hasta la más extraordinaria, podemos encontrar a Dios, porque nada sucede sin que Él lo permita y Él lo permite todo para que lo amemos. O, como diría san Pablo: “para los que aman a Dios, todo es para bien.”
Nos puede servir, en consecuencia, repetir con frecuencia, de corazón, durante este tiempo especialmente, pero siempre, la comunión espiritual. Una bella fórmula es la que empleaba San Josemaría a tal efecto: “Yo quisiera Señor recibirte, con aquella pureza, humildad y devoción, con que Te recibió tu Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los santos”. También podemos hacer nuestra la oración que la Iglesia utiliza en la misa para pedir por el fin de la pandemia: “Dios todopoderoso y eterno, refugio en toda clase de peligro, a quien nos dirigimos en nuestra angustia; te pedimos con fe que mires compasivamente nuestra aflicción, concede descanso eterno a los que han muerto, consuela a los que lloran, sana a los enfermos, da paz a los moribundos, fuerza a los trabajadores sanitarios, sabiduría a nuestros gobernantes y valentía para llegar a todos con amor glorificando juntos tu santo Nombre”. Sea como fuere, no dudemos que estos tiempos difíciles, pueden ser, si dejamos que Dios actúe, momentos de fecundo crecimiento espiritual.
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