1) Para saber
Se cuenta que un día San Francisco de Asís se dirigió a uno de sus frailes y lo invitó: “Vamos a predicar al pueblo”. Se fueron por las calles, pero no se detuvieron en ninguna parte. San Francisco no pronunció ni una palabra en todo el camino. Así regresaron a su casa. Entonces el hermano le preguntó con timidez al santo: “Padre, ¿te has olvidado a lo que íbamos?” El santo sorprendido le contestó: “¿Y qué es lo que he olvidado, hermano?” El fraile le dijo: “Dijiste que íbamos a predicar”. La respuesta de san Francisco le hizo meditar: “Ya hemos predicado”. Y en efecto, a muchas personas les servía la sola presencia del santo, pobre, sacrificado, templado, benevolente, incluso ante las incomprensiones y persecuciones. Su presencia irradiaba paz.
El Papa Francisco nos recuerda que sembrar paz a nuestro alrededor es santidad, pero construir esta paz no es fácil, pues no debe excluir a nadie, incluso “a las personas difíciles y complicadas, a los que reclaman atención, a los que son diferentes, a quienes están muy golpeados por la vida, a los que tienen otros intereses” (n. 89).
2) Para pensar
El Santo Cura de Ars, San Juan María Vianney, practicó la paciencia a tal grado que hacía parecer que, por la dulzura de su carácter, era incapaz de irritarse. Sin embargo, quienes lo trataban de cerca se daban cuenta de que tenía un carácter muy fuerte. Una de esas personas era Catalina Lassagne, quien cuenta que al principio de estar en su parroquia, un día fue a la casa del párroco un hombre, quien llenó de insultos al Santo. A su vez, el Cura lo escuchó sin decir ni una palabra. Una vez que aquel hombre se cansó de insultarle, el santo quiso acompañarlo a la puerta y darle un abrazo antes de despedirse. Pero ese sacrificio le causó tan gran impresión que a duras penas pudo subir a su cuarto para echarse a la cama. Entonces subió Catalina para ver si podía ayudarle en algo y se lo encontró lleno de ronchas.
Cuando alguien le preguntó cómo podía estar tan sosegado, el santo le respondió: “¡Ah, amigo mío! La virtud requiere esfuerzo, continua violencia y, sobre todo, auxilio de lo alto”.
A veces no es fácil mantener la paz, requiere más fuerza que dejarse llevar por el carácter. Pensemos si somos fuente de paz a nuestro alrededor.
3) Para vivir
Difícilmente podemos remediar una guerra, pero lo que sí podemos hacer es contribuir a la paz en nuestro entorno. Por ello el Papa Francisco nos invita a evitar el mundo de las habladurías, “hecho por gente que se dedica a criticar y a destruir, no construye la paz. Esa gente más bien es enemiga de la paz y de ningún modo bienaventurada”.
Jesús pedía a sus discípulos que cuando llegaran a un hogar dijeran “Paz a esta casa”. Y nos exhorta a buscar la paz. “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios”.
En su Exhortación Apostólica “Alegraos y regocijaos”, el Papa Francisco nos recuerda que los pacíficos son fuente de paz y de amistad social, y nos invita a vivir en paz y transmitirla: “se trata de ser artesano de la paz, porque construir la paz es un arte que requiere serenidad, creatividad, sensibilidad y destreza” (n.89).
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