Crisis en la internacional abortista

En días pasados se dieron a conocer unos videos que dejaron mal parada a la Planned Parenthood, principal organización promotora del aborto en el mundo, con sede en Estados Unidos.

En estos videos se muestra a una médico, del más alto rango en la organización, explicando cómo se destroza a un pequeño en el seno materno para dejar intactos sus órganos, con el fin de venderlos o repartirlos entre quienes lo soliciten. Afirma haber realizado ocho veces el procedimiento el día anterior, presumiendo su vasta experiencia mientras bromea, bebe vino y come grandes bocados de bien desinfectada ensalada.

La funcionaria explica: “Somos muy buenos consiguiendo corazones, pulmones e hígados, porque sabemos cómo hacerlo sin perforar esa parte, sino rompiendo arriba, rompiendo abajo y comprobando que todo sale intacto”. ¡Todo, menos el ser humano que acaba de descuartizar! Habla con la trivialidad de un mecánico al explicar cómo se desmantela un motor, mientras se toma unas chelas con sus cuates.

Los voceros de la organización han tratado de justificarse aduciendo la legalidad del tráfico de órganos obtenidos de fetos, así como su uso para la investigación científica. Pero, ni por error, mencionan que se trata de seres humanos. En este caso, personas cuyo desarrollo en el seno materno es mayor a los siete meses, de preferencia aplicando las técnicas cuando han llegado a término. Un procedimiento llamado “aborto por nacimiento parcial”, equiparado al infanticidio, incluso por la muy liberal Suprema Corte de nuestro nórdico vecino.

Planned Parenthood ha buscado desviar la atención del tema central. El debate no trata de la legalidad del tráfico de pedazos de seres humanos descuartizados. Tampoco sobre la licitud del uso de tejidos humanos para la investigación, los cuales siempre pueden obtenerse por medios éticos fuera de sospecha. El debate versa sobre el real significado del aborto: el desprecio profundo al ser humano, un acto que desvela en toda su crudeza la verdad sobre la cultura del descarte.

Los horrores del aborto son bien conocidos. Sólo una campaña permanente de propaganda llena de consignas, mentiras y chantajes sentimentales ha mantenido el abortismo a flote. La vorágine propagandista ha logrado persuadir a cierto número de personas de su pertinencia. Lo que nunca ha logrado es decir la verdad.

El aborto priva de la vida a un ser humano y le desgracia la existencia a una mujer; es la brutal expresión de esta cultura que reduce a la persona a objeto de uso y abuso.

Cuando se festejan los cientos de miles de abortos practicados en la Ciudad de México, o millones en Estados Unidos y otras partes del mundo, en realidad se festina igual número de crímenes cometidos contra personas inocentes y la desgracia de otro tanto de mujeres.

El Papa Francisco tiene razón cuando, en reiteradas ocasiones, ha condenado el “crimen abominable del aborto”. En su última encíclica, al proponernos una relación de caridad entre los seres humanos, la naturaleza y Dios fundada en la razón, llamada “ecología integral”, denuncia la grave contradicción en que incurren quienes defienden la naturaleza y promueven el aborto al mismo tiempo, ya sea de palabra, obra u omisión. Antinomia que descubre la fragmentación de nuestra conciencia, como causa eficiente de la cultura del desprecio a la vida y dignidad del ser humano.

 

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