No deja de resultar inquietante el que de pronto el suicidio se encuentre de moda entre los jóvenes. En efecto, no se trata de macabros pesimismos, sino de los fríos e impersonales números, así como de las series y juegos juveniles en boga. El éxito de la reciente serie de Netflix “13 Reasons Why”, donde una adolescente se suicida, dejando trece cintas con grabaciones donde explica los motivos de su decisión, así como la misteriosa difusión del juego de retos “la ballena azul”, cuyo último desafío es, en la práctica, un suicidio, no dejan mentir.
Unas frías estadísticas muestran, además, de que se trata, tristemente, de un tema juvenil, por lo menos en los Estados Unidos (y sería deseable que no se exportara a otros países esta moda, como sucede usualmente). Según la CDC (Center for Diseases Control), fuente oficial de estadísticas poblacionales en Estados Unidos, el crecimiento de suicidios en adolescentes ha sido exponencial los últimos diez años. A partir del 2008 constituye una de las 10 principales causas de muerte en aquel país. Desde el 2011 supera al homicidio como causal de muerte, configurándose como la segunda causa entre personas de 15 a 24 años. En 2013 el suicidio ocupó el tercer puesto entre los chicos de 10 a 14 años. En síntesis, no es broma decir que el homicidio está “de moda” entre los adolescentes. La serie de Netflix y el juego de la ballena sencillamente evidencian lo que ya estaba allí.
Ahora bien, siendo este el contexto, la pregunta que queda en el aire es qué hacer con la situación actual, en concreto, con esas dos “modas”, el juego y la serie. La experiencia dice que “no recomendarla” equivale a promoverla, hacerle publicidad indirecta, más aún entre el público adolescente, pues si a todos nos atrae lo prohibido, mucho más fuerte resulta esa atracción a los jóvenes, convirtiéndose en realidad en una invitación, un reto, un desafío, una forma de cristalizar la propia rebeldía, valor e independencia. Quizá la mejor estrategia no sea entonces prohibirla, ni siquiera hacer escándalo. Quizá, en cambio, sea la oportunidad de hacer del limón, limonada.
Preguntando a un grupo de quinto año de secundaria en un colegio femenino sobre la serie, el resultado fue el siguiente: todas la habían visto, les había gustado y, según afirmaban, ninguna había comenzado a autolesionarse a causa de ella. Al preguntar a unos chicos sobre su opinión al respecto, les parecía positiva, incluso en su crudeza (en realidad, muchos de ellos suelen ver cosas mucho más fuertes en la red). ¿Por qué? Porque evidenciaba la dureza del acoso escolar, y al presentarlo como efectivamente es en la vida real, invitaba a reflexionar. Ahora bien, consultado con un psicólogo especialista, el panorama puede ser muy diferente para una persona que efectivamente sufra acoso, no contando con el respaldo adecuado, pues podría inducirla al suicidio.
¿Dónde se encuentra entonces la oportunidad?, ¿cómo hacer la limonada? En realidad, más allá de la serie o el juego, que insisto, vienen a reflejar algo que ya estaba allí, es decir, el alto índice de suicidios juveniles, la oportunidad está en ir a las causas con ocasión de estas dos realidades. Los suicidios juveniles reflejan, en gran medida, una carencia familiar. Una falta de acompañamiento o de comunicación entre padres e hijos, cuando no la ausencia de lazos auténticamente familiares. Tanto el juego macabro como la serie que se regodea en el suicidio y en el acoso, suponen la oportunidad de que los padres conozcan el mundo de sus hijos y los acompañen.
Más que prohibir verla, pues equivale a una invitación a mirarla, harían mejor en estar al tanto de lo que ven, y si es posible acompañarlos a tal efecto. Aprovechar la ocasión para iniciar la conversación y hablar de aquellos temas tan importantes, de los cuales muchas veces los padres no saben cómo hablar o no se atreven. La visualización de la serie o el comentar el reto de la ballena, pueden constituir una excelente oportunidad para conversar, tomando pie de ellos, sobre realidades de gran calado: el desarrollo de un sano espíritu crítico respecto de lo que se hace viral en las redes, su mundo afectivo, la amistad, la sexualidad precoz, y quien sabe cuántas cosas más. La crisis supone también la oportunidad de preguntarnos cómo sociedad: ¿qué estamos haciendo?, y aceptar con sencillez la factura que nos ha dejado, en la práctica, la destrucción de la familia. Si no, la serie y el juego pasarán, no así los suicidios.
Doctor en Filosofía
@voxfides
redaccion@yoinfluyo.com
p.marioa@gmail.com
* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com