De Femen a femenina

Ha tenido mucho eco el reciente cambio de bando de Sara Winter, una de las fundadoras de Femen en Brasil. De la noche a la mañana ha pasado de ser una feminista agresiva, fanática y blasfema, a convertirse en una madre pro-vida. ¿Cómo fue posible tal conversión?, ¿qué atrae a las jóvenes a enrolarse en una causa como Femen y qué les lleva a abandonarla?

La conversión de Sara tiene algo en particular, un toque marcadamente femenino. Podemos aventurar que la feminista que vivía en Sara fue asesinada a traición por la Sara femenina que siempre había estado allí, sólo que no había tenido ocasión de manifestarse plenamente.

¿Cómo pudo la feminidad vencer al feminismo en la batalla por el corazón de Sara? Gracias a la maternidad. El feminismo salvaje a ultranza repudia la maternidad, defendiendo como valor absoluto el aborto. Sara encabezó agresivas e inmorales protestas para legalizar el aborto en Brasil, y no se quedó en la protesta, sino que ella misma lo practicó. ¿Cómo cambió entonces? Cuando se dio a sí misma la oportunidad de ser madre; cuando cargó, cuidó y amamantó a su propio hijo.

La conversión de Sara es hermosa porque no fue a base de argumentos. No fueron las razones las que la orillaron a cambiar de equipo, no fue un brillante razonamiento. Fue algo más valioso: la vida misma, la realidad previa a cualquier discurso sobre ella.

En la carrera de filosofía con frecuencia escuché una referencia de Santo Tomás (pero nunca su fuente, que no me he tomado la molestia de buscar), que venía a decir más o menos así: “Hay más verdad en una mosca que en todos los pensamientos de los filósofos”, queriendo indicar con ello que la mosca es real, mientras que las elucubraciones, por más brillantes que sean, no pasan de ser razonamientos.

Eso es lo que sucedió con Sara Winter: el feminismo es una teoría; su causa, su ideología, su ideario, lo son; buena o mala, teoría al fin y al cabo. Los hijos de Sara –pues ya tiene dos– son de carne y hueso, son realidad.

El feminismo radical muere y deja paso a la feminidad al tener la experiencia de ser madre. Sara misma lo explica refiriéndose a su hijo: “Me ha llenado de amor, ha cambiado mi vida”.

Si antes sentía que la dignidad y la libertad de la mujer eran garantizadas sólo por el libre acceso al aborto, ahora ha descubierto que es plenamente mujer al ser madre; ha reencontrado su lado femenino, antes reprimido por su fanático feminismo.

Al cumplirse un mes del nacimiento de su hijo escribió: “Mañana será un mes desde que mi bebé nació y mi vida ha ganado un nuevo sentido”.

Al descubrir la dicha que le ha proporcionado su feminidad, es decir, su maternidad, Sara se ha sentido traicionada –cuando no utilizada– por el movimiento feminista.

De pronto ha experimentado un profundo arrepentimiento por todo lo que realizó mientras estuvo enrolada bajo esa bandera; y como es una mujer de natural combativo, una mujer de ideales, no se ha limitado a abandonar en silencio su antigua causa, sino que ahora la combate denunciando sus engaños.

Ha pedido públicamente perdón por abortar o por participar en campañas blasfemas que ofenden sin motivo los sentimientos cristianos. Ha reconocido el valor que tienen las mujeres religiosas, la cuales, mientras son ridiculizadas por las feministas radicales, se encargan de cuidar de los más pobres.

Ahora bien, el caso de Sara se repite continuamente en el mundo, por lo menos el de la primera Sara. ¿Por qué? Quizá porque los jóvenes siguen siendo jóvenes, es decir, necesitan de ideales. Hay muchos, sin embargo, que son consumistas y se dejan domesticar pacíficamente por nuestra sociedad de confort; sus afanes se limitan a eso: aspirar a los bienes que ofrece el mercado. Hay otros, sin embargo, que son inconformistas, no quieren convertirse en “otro ladrillo en la pared”, en un consumista más, y buscan ideales que llenen su vida, ideales con sabor, fuertes, no importa que sean verdaderos, sino que produzcan emociones intensas, que supongan un reto. Ello explica, a mi juicio, por qué algunas mujeres se suman a causas como Femen y hombres al Estado Islámico.

Algunos como Sara encuentran, tarde o temprano, el camino a la verdad; Sara ha descubierto ese camino gracias al amor más puro: el amor de madre.

 

 

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