Descubrir la huella de Dios

1) Para saber

Ya al final de la Encíclica Laudato Si’, el Papa Francisco muestra la relación que hay entre toda la creación y Dios. Dado que Dios es el creador de todas las cosas, es lógico que encontremos en ellas una huella de Dios. Cuando alguien admira una obra de arte, es natural que pregunte ¿Y quién es el autor?, porque las obras nos remiten a su autor. Lo mismo sucede con la creación. El autor es Dios, y al ser Dios trino, son tres Personas Divinas, entonces nos “lleva a pensar que toda la realidad contiene en su seno una marca propiamente trinitaria” (n. 239), dice el Papa.

San Buenaventura afirma que toda criatura lleva en sí una estructura propiamente trinitaria que podríamos contemplar de no haber sido afectados por el pecado original. En cada cosa que viéramos nos llevaría a Dios.

2) Para pensar

Hay un antiguo relato, de la época de la Colonización Española del Continente Americano. Era en el Siglo XVI cuando las naos se aventuraban a recorrer las costas poco conocidas de América del Sur, llegando cada vez más lejos.

Sucedió que hubo un naufragio, y solo un reducido número de españoles lograron sobrevivir en una pequeña embarcación. Pasaban los días y la sed comenzó a arreciar. Con el sol dándoles de plano, la desesperación comenzó a apoderarse de ellos, al estar rodeados de pura agua, sin divisar la tierra. Como marineros experimentados sabían que si bebían el agua salada de mar, su sed aumentaría y con ello su sufrimiento. Las horas pasaban lentas y parecía interminable su agonía.

Pero de pronto ocurrió algo que parecía milagroso. Un barco que pasaba cerca de ellos los había visto y se acercaba para auxiliarlos. Cuando ya estaba cerca, los náufragos gritaban pidiendo agua, no podían esperar a subir a bordo. A los gritos de “agua”, los del barco respondían con señas invitándolos a tomar el agua del mar. Parecía que se burlaban de ellos, pero ante la insistencia de los salvadores, decidieron probar el agua de mar sobre la que habían vivido desde hace días… y comprobaron que era perfectamente potable.

Luego se enteraron de que se encontraban en las cercanías de la desembocadura de un gran río de América del Sur. Era tan caudaloso el río que puede beberse el agua dulce a muchos kilómetros de la costa.

Así nos acontece. Estamos rodeados de Dios por todas partes, vivimos junto a Él. Y quizá sufrimos de sed por no saber hasta qué punto se halla cerca de nosotros.

3) Para vivir

Se decía que la realidad lleva la huella de Dios. Y como en Dios hay relaciones entre las Personas divinas, también entre las personas humanas se han de ver favorecidas sus relaciones, porque “la persona humana más crece, más madura y más se santifica a medida que entra en relación” (n. 240). Y ello es así porque la relación nos invita a salir de nosotros mismos y vivir en comunión con Dios, con los demás y con todas las criaturas. Y como la relación entre las Personas divinas es de Amor, así también han de ser las relaciones de las personas humanas, de amor.

La solidaridad brota en su fundamento más profundo del misterio de la Santísima Trinidad. Todo esfuerzo por vivir la solidaridad, es ir creciendo en santidad, pues es ir pareciéndonos cada vez más con Dios.

 

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