Su amigo y servidor, el Padre José Luis Bautista González, en “Una Mirada en la Historia”.
El día de hoy, hago extensiva mi felicitación a todas las mamás vivas, para que sigan conservando íntegra la fe en sus hogares y con solicitud sigan animando a su familia en ese diario quehacer de ser mamá.
Hace unos días una dama me preguntaba: “Oiga Padre, ¿por qué en la Iglesia católica no hay mujeres sacerdotisas?”; y yo le decía: Culturalmente no puede haber mujeres sacerdotisas, porque cuando Cristo instituyó la Eucaristía, solamente estaban sus apóstoles. Pero eso no tiene que desanimar a las mujeres, porque Jesús les dio un papel preeminente dentro de la historia de la Iglesia; por ejemplo, todos los apóstoles huyeron y aquellas mujeres que fueron al sepulcro aquel domingo 9 de abril del año 30, las mujeres, Jesucristo les encargó ser precisamente las primeras mensajeras de la Resurrección.
Si nosotros leemos el primer relato de Marcos y de Mateo, ¿qué es lo que dice?: Vayan y digan a mis discípulos que los veré en Galilea. Por eso vemos que en el trabajo evangelizador y en los distintos movimientos laicales de la Iglesia católica las mujeres ocupan un lugar preeminente, pero si recordamos en el capítulo XVI de “Hechos de los Apóstoles” aquella mujer comerciante en telas finas, Lidia, abrazó la fe, y Lidia en misiones, en visitas pastorales representa la hospitalidad de las mujeres.
¿Cuántas familias encabezadas por la mujer son hospitalarias con seminaristas, con religiosas, con religiosos, con obispos? Ese es el sentido grandioso de las mujeres, la hospitalidad. Pero yo les recuerdo que hay un libro escrito por Faccio en italiano que se llama “Mujeres con autoridad en el Nuevo Testamento”, y precisamente cuando Pablo escribe una carta a Timoteo, el obispo de Éfeso le dice: recuerda la fe de tu madre y de tu abuela. Pablo no dice recuerda la fe de tu papá o de tu abuelo, sino desde aquel tiempo, siglo primero de la era cristiana, las mujeres brillaban en la fe.
Por eso, hoy que es día de las mamás, tanto vivas como difuntas, creo que la mayor vocación de una mujer –respetuoso, eso sí, para aquellos que defienden la equidad de género– la mayor vocación de una mujer, cuando es fértil, es la maternidad. Nunca habrá equidad de género por una sencilla razón: el hombre nunca se va a embarazar como se embaraza una mujer, el hombre nunca va a amamantar como amamanta una mujer, el hombre nunca será tierno como una mujer, y hemisfericamente hablando, el hombre nunca será tan fuerte como una mujer.
He ahí la gran vocación que Dios ha dado a la mujer; porque, imagínense, hoy rendimos un tributo profundo de amor a aquellas grandes mujeres que nos tuvieron en su seno 9 meses, que nos amamantaron, que nos cuidaron cuando éramos pequeños, que nos daban de comer; por ellas aprendimos nuestros primeros pasos.
Por eso, como dice el libro del Eclesiástico, en el capítulo 3: Hijo mío, cuando tu papá y tu mamá estén viejos, ayúdalos en todo, porque todo lo que hagas por ellos Dios te lo pagará con salvación. Pero, imagínense la situación que se maneja en este capítulo. En cambio, si tú te burlas de tus papás y no los ayudas, Dios te lo tomará como condenación.
Por eso, hermanas, hermanos, una felicitación a las mamás vivas; pero en especial, un recuerdo a muchas de nuestras madres que están gozando en el Cielo para siempre.
Dios les bendiga.
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