Muertos

Día de Muertos: la resignificación de la vida.


Fecha especial donde hacemos un alto para recordar a quienes ya han trascendido. Todos aquellos que se encuentran gozando de la plenitud definitiva al haber experimentado la muerte.

Es una gran ocasión para analizar ¿qué nos deja este festejo? Y ¿hacia dónde vamos? Años atrás había una lucha fuerte entre Halloween y las tradiciones mexicanas. Pensando que las tradiciones de Estados Unidos se sobreponían a las nuestras.

El paso del tiempo nos ha ido orientando a identificarnos más con la idiosincrasia del México de las catrinas, las calaveras, el cempasúchil y el papel picado. Los monstruos y seres ficticios de los filmes de terror son recordados como parte de otras generaciones.

Sin embargo, este recorrido cultural nos acerca también a las preguntas y reflexiones más importantes: ¿qué es la vida?, ¿para qué la muerte?, ¿cómo vivo mi vida y hacia dónde quiero llevarla?, ¿qué mensajes recibo de mis ancestros que han muerto? Entre muchas otras.

Honrar a los muertos implica no sólo la fiesta de la muerte, sino desde la perspectiva de la luz da oportunidad de honrar con más conciencia la vida en sí. Porque comenzamos a morir desde el primer momento de nuestra vida; y comenzamos a vivir en plenitud (vida eterna) desde el momento de nuestra muerte. Ambas son tan unidas y tan opuestas, tan iguales y tan diferentes que es la maravilla que permite disfrutar con pasión el tiempo que Dios nos concede para cumplir con la misión a la que hemos sido destinados.

Porque hay quien viviera como si estuviera muerto. Estos casos son delicados e importantes a revisar, que pareciera no haber motivos o razones para elegir vivir. O en caso contrario, quien por querer vivir de más, se encuentra con la desventura de la muerte por falta de conciencia, límites, criterio.

Pero no tendría sentido detenernos en desmenuzar los múltiples e infinitos casos de reorientación del sentido de vida. Centrémonos en la luz que nos otorga la reflexión del libro de Job respecto de la fe y esperanza que debemos alimentar: “Job estaba en la oscuridad, estaba ante la puerta de la muerte. En ese momento de angustia, dolor y sufrimiento Job proclama la esperanza. Yo sé que mi Redentor vive, y que resurgirá del polvo, y yo lo veré, yo mismo con mis ojos que lo contemplarán, y no otros”.

Para todos aquellos que hacemos el esfuerzo de alimentar nuestra fe, tenemos la certeza de que el ejemplo más grande de este camino ya fue transitado por alguien poderoso y con grandes enseñanzas para todos: Jesús. Nosotros caminamos el camino que Él ha hecho. El que nos ha abierto la puerta es Él mismo: Jesús Maestro. Nos ha abierto la puerta para entrar donde contemplaremos a Dios.

“Yo sé que mi Redentor vive, y que al final se levantará sobre el polvo, y yo lo veré: Yo mismo. Mis ojos lo contemplarán, y no otros”.

 

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