¡Cómo pasa el tiempo! Parece que fue ayer cuando para sorpresa del mudo era electo como sucesor de Pedro el Cardenal Jorge Bergoglio, hoy Papa Francisco. Parece que fue ayer, pero día a día nos ha interpelado con numerosas homilías que tocan con agudeza, sencillez y hasta ironía, las exigencias del cristiano de este tiempo en las realidades concretas del mundo de hoy.
Como suele ocurrir, las palabras del Papa provocan escándalo en unos, entusiasmo en otros. Son, como el mensaje de Cristo, escándalo y locura, según desde donde se le vea, pero en todas ellas va impregnada la sabiduría de Dios. En el Papa Francisco predica Cristo, si se quiere con un nuevo estilo, pero siempre con las mismas verdades y el mismo mensaje.
El Cardenal Karol Wojtyla impartió unos ejercicios espirituales al Papa Paulo VI que fueron recogidos en un libro cuyo título es “Signo de Contradicción”. En sus meditaciones recordaba la profecía según la cual al ser elevado (en la cruz), Jesús surgiría como signo de contradicción. Y, efectivamente, Jesús en la cruz es signo de contradicción.
El Papa es Vicario de Cristo. Es decir, el que está en lugar de Jesús, es su representante y comparte con él tanto sus atributos como los juicios que sobre él se vierten. Y si en su tierra fue desconocido como profeta, y en Jerusalén fue crucificado, así ocurre con sus sucesores, desde Pedro a nuestros días.
El Papa Francisco está usando un lenguaje nuevo, como muestra de lo que nos invita que hagamos todos los cristianos para poder dialogar y comunicarnos con el mundo de hoy, principalmente con los jóvenes. Las palabras cambian, pero su sentido y el mensaje es el mismo: el de Cristo.
Es curioso observar la reacción del mundo y de los propios cristianos ante los mensajes de Pedro –por mi experiencia desde Paulo VI a nuestros días-. Siempre encontramos variedad de interpretaciones, según las cuales se elogia o se critica, se acepta o se rechaza. Se edifican expectativas variadas respecto de lo que el Papa dice o “debe decir”, y luego se aplaude o se hace un gesto de reserva, suspicacia o rechazo total.
Hay quienes oficialmente asumen el papel de voceros para explicar lo que el Papa “quiso decir”. Esto no es nuevo. Quienes así actúan, generalmente buscan llevar agua a su molino y poner al Papa de su lado, para enfrentar a otros. O quizá algunos piensan que los demás somos tontos y no entendemos lo que está dicho con claridad. Así parece ocurrir con el Papa Francisco, en un claro intento de manipulación tanto del mensaje como de aquellos frente a quienes se les hace el favor de ilustrarlos sacando de contexto las palabras del Papa, como suele ocurrir.
Recuerdo cuando los teólogos de la liberación elaboraron un estudio sobre el mensaje del Papa Juan Pablo II a los obispos latinoamericanos en la III CELAM, con toda una relectura del mismo, para sostener su posición e ilustrar a los prelados para llevar agua a su molino. Se quisieron pasar de listos, pero no les resultó.
Frente a intentos semejantes con los mensajes del Papa Francisco, basta con escucharlo, atender y entender lo que nos está diciendo. No seamos de aquellos que tienen oídos, peo no oyen, tienen ojos y no ven. Debemos estar atentos, pues el Papa, cabeza de la Iglesia, es quien mejor interpreta los signos de los tiempos y, por lo tanto, tiene la autoridad para guiarnos en nuestra marcha. Para guiar a toda la Iglesia.
El Papa Francisco es una bendición para la Iglesia en esta década del Siglo XXI, como lo han sido los anteriores papas. Cada uno ha tenido una personalidad y estilo diferentes, pero van en una misma dirección. Se aplica aquí la enseñanza de la Gracia no suprime la naturaleza, sino que la perfecciona. Desde lo que cada Papa es humanamente, actúan las gracias propias del sucesor de Pedro, para llevarlo a una dimensión diferente, que va más allá de los juicios humanos.
Demos gracias a Dios por estos dos años del Papa Francisco y, como él dice al final de cada uno de sus mensajes, no nos olvidemos de rezar por él.
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