Te presentamos ahora otro fabuloso libro del Padre Carlos Chávez Shelly: “El adolescente Juan”, dirigido –como él mismo lo dice– a los jóvenes, quienes pueden ver en Juan evangelista, el adolescente, una vida testimonial que les puede ser enriquecedora. (Parte 9 y última)
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9. ¡RESUCITÓ!
Al alba del domingo, María Magdalena va al sepulcro. Juan nos lo cuenta. Todavía está oscuro, pero a la luz del día que despunta, la Magdalena percibe desde lejos que han quitado la gruesa piedra que habían puesto provisionalmente para tapar la entrada del sepulcro. Se acerca, mira al interior y comprueba, estupefacta, que el cuerpo ha desaparecido. Inmediatamente vuelve corriendo y va al encuentro de Pedro y del otro discípulo, “el que Jesús amaba”.
– Se han llevado al Señor –les dice– y no sabemos dónde lo han puesto.
La reacción de Pedro y de Juan es inmediata: salen de la casa y corren hasta el sepulcro. Juan corre más de prisa que Pedro, seguramente porque tiene más aliento… y más amor, probablemente porque es más joven: 18 años. Así es que llega el primero. Se inclina y ve los lienzos que estaban allí. Pero no entra: primero el Jefe. Llega Pedro tras él. Entra en el sepulcro y contempla los lienzos colocados allí y el paño que habían puesto sobre la cabeza de Jesús, no junto con los demás lienzos, sino separado y doblado en otro lugar. Entonces Juan entró también, y vio y creyó.
“¡Creyó!”
¿Qué creyó Juan? Lo increíble: Que Jesús estaba vivo de nuevo. Él se los había repetido varias veces…”al tercer día resucitaré”, pero no le entendían, su mente estaba cerrada. Y Juan, con ver unos cuantos lienzos tirados en el sepulcro, “creyó”. Los otros y las mujeres que los acompañaban y servían, pensaban que alguien se había robado el cuerpo muerto de Jesús. Juan “creyó”: su fe era muy grande, gigante.
Ahora que estamos comenzando un “Año de la Fe”, convocado por el Papa Benedicto XVI, viene como anillo al dedo reflexionar sobre la fe de Juan.
Su Santidad, que advierte una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas, también en gran número entre los que se consideran católicos, desea que cada uno de los hijos de la Iglesia tomemos conciencia viva de nuestra fe, nos esforcemos por conocerla mejor y ponerla fielmente en práctica y, al mismo tiempo, nos empeñemos en difundirla, comunicando su contenido –con el testimonio del ejemplo y de la palabra– a las innumerables personas que no conocen a Jesucristo o que no le tratan.
Juan “creyó” en lo increíble. Creamos nosotros lo que Dios nos ha revelado, basados en la autoridad divina, aunque no nos sean evidentes algunas verdades. Renovemos nuestra fe leyendo y estudiando –todos los días unos pocos minutos– el Catecismo de la Iglesia Católica o su Compendio, y sobre todo esforcémonos en poner en práctica aquello que creemos y enseñémoselo a otros muchos.
Jesús, antes de hacer un milagro reclamaba con exigencia la fe de aquellos enfermos, ciegos, paralíticos, etc. Y muchas veces reprendía paternalmente cuando no veía la fe en las personas.
Acerquémonos de nuevo como la Samaritana al pozo para escuchar a Jesús que invita a creer en Él y a extraer el agua viva que salta hasta la vida eterna. Como Juan, recostados en su pecho. De ahí, de esa fe, surgirán de nuevo la esperanza y el amor, de las que están tan necesitados tantísimas personas en todo el mundo.
Terminaré con unas palabras de San Josemaría: “Se oye a veces decir que actualmente son menos frecuentes los milagros. ¿No será que son menos las almas que viven vida de fe? Dios no puede faltar a su promesa: <pídeme y haré de las gentes tu heredad, te daré en posesión los confines de la tierra> (Salmo 2,8). Nuestro Dios es la Verdad, el fundamento de todo lo que existe: nada se cumple sin su querer omnipotente.
Como era en un principio y ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. El Señor no cambia; no necesita moverse para ir detrás de cosas que no tenga; es todo el movimiento y toda la belleza y toda la grandeza. Hoy como antes…
La fe es virtud sobrenatural que dispone nuestra inteligencia a asentir las verdades reveladas, a responder que sí a Cristo, que nos ha dado a conocer plenamente el designio salvador de la Trinidad Beatísima” (Homilía “Vida de Fe”).
EPILOGO
A los pocos días de la Resurrección, Pedro les dice a sus compañeros:
– Voy a pescar.
Le contestaron:
– Vamos nosotros también contigo.
Salieron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada. Al amanecer, se presentó Jesús en la orilla y les dice:
– Muchachos ¿tienen algo que comer?
Le contestaron.
– No.
Él les dijo:
– Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán.
La echaron y no podían sacarla por la cantidad de peces.
Juan le dijo a Pedro:
– ¡Es el Señor!
La noche era oscura. No se veía bien, pero como dice San Josemaría: “El amor, el amor lo ve de lejos. Dice Juan, el discípulo a quien Jesús amaba: ¡es el Señor! La limpieza de aquel hombre, la entrega de aquel hombre, que se había conservado limpio, que no había tenido una vacilación, que se había dado a Dios del todo desde la adolescencia, hace que conozca al Señor. Se necesita una especial sensibilidad para las cosas de Dios, una purificación” (Meditación 25-VI-58).
Ese chamaco de 18 años va por delante de todos porque ama, porque es casto.
Comienza el “Año de la Fe”: que se note, que nos empeñemos en imitar a Jesús, a Juan… con todas nuestras fuerzas, y sacaremos mucho fruto para nuestras almas y para los que nos rodean.
Termino con una última cita de San Josemaría: “Te aseguro que si los hijos de Dios queremos, contribuiremos poderosamente a iluminar el trabajo y la vida de los hombres, con el esplendor divino –¡eterno! – que el Señor ha querido depositar en nuestras almas.
-Pero <quien dice que mora en Jesús, debe seguir el camino que Él siguió>, como enseña San Juan: camino que conduce siempre a la gloria, pasando -siempre también- a través del sacrificio”. (Forja 1018),
Aquel adolescente se convirtió en un joven maduro, luego en un adulto responsable, luego en un anciano… siempre lleno de Amor. Ahora lo veneramos como San Juan Apóstol y Evangelista.
Pero eso ya es otra historia…
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