1) Para saber
San Pablo menciona juntas dos características del amor: “el amor no se alegra con la injusticia y se alegra con la verdad”. Con lo que se puede ver que la alegría puede orientarse hacia el bien o hacia el mal. Cabe el peligro de alegrarse con un mal, lo cual sucede con la envidia que no permite que los demás nos superen en algún aspecto: porque tiene más cosas, porque saben más, por sus éxitos, por su manera de ser, etc. Pero ésta es una actitud venenosa.
Dice el Papa Francisco, al comentar estas frases, que la mala alegría se puede dar en la familia cuando se dan las comparaciones o las competencias, incluso con el cónyuge, en que uno se puede alegrar secretamente de los fracasos del otro. Es un mal sentimiento que hay que evitar, pues indica una falta de amor.
El amor nos lleva a alegrarnos con las alegrías de los demás, porque precisamente queremos su bien, que las cosas le vayan bien. Por eso la verdadera alegría es fruto del amor.
2) Para pensar
En una ocasión le hicieron una entrevista a un escritor que tuvo gran éxito con una de sus obras y se vendieron mucho sus libros. Comenzó diciendo: “Pido perdón por haber tenido éxito”. Así se «excusaba» ante los inevitables envidiosos que no perdonaban que hubiera tenido tal éxito con mucha facilidad según ellos.
Algo semejante sucedió a otro escritor, el español Agustín de Foxá, un rico aristócrata de buena familia, que fue diplomático, novelista, poeta, periodista y casado, además, con una mujer muy guapa. Cuando tuvo, por si fuera poco, otro importante éxito con una de sus obras de teatro, cuando lo felicitaron, le oyeron decir: “Yo ya he empezado a hacer correr el rumor de que tengo una úlcera de estómago…” Le preguntaron si acaso era verdad. El respondió: “Conozco el mundo. De esa manera, quien tenga que reconocer mi éxito, podrá añadir: «el pobre, de todos modos, está bastante mal de salud». Y así sentirán cierto alivio”.
En efecto, a veces parece que el mundo no perdona el triunfo de los demás y procura de cualquier modo, a veces con la calumnia, derribar al que sobresalió.
Podemos pensar de qué medida es nuestro amor, según nos alegremos con el bien de los otros.
3) Para vivir
Cuando alguien obtiene un bien, el amor nos lleva a alegrarnos también con él. Y si a alguien le acompaña algún malestar, la misericordia nos lleva a padecerla con aquél. La palabra “misericordia” tiene que ver con “tener el corazón con miserias”, es decir, que al ver las miserias del prójimo, las hacemos propias y le ayudamos a cargarlas y remediarlas. De esa manera somos misericordiosos.
Es preciso, dice el Papa, que “alimentemos nuestra capacidad de gozar con el bien del otro”, procurando dejar de concentrarnos en nuestras propias necesidades… La familia debe ser siempre el lugar donde alguien, que logra algo bueno en la vida, sabe que allí lo van a celebrar con él”. De esa manera, lo que vivimos en la familia, luego lo viviremos en la sociedad.
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